El Padre Pío es, sin ninguna duda, uno de los más grandes
santos y místicos de la historia de la Iglesia Católica. No solo por sus dones
extraordinarios, como la lectura de los corazones, la bilocación, el realizar
todo tipo de milagros, aun en vida, sino ante todo por su vida de santidad, es
decir, por la heroicidad en la vida cristiana virtuosa, por el vivir en grado
heroico las diversas virtudes, como la humildad, la fe, la caridad, etc. Además
de todo esto, el Padre Pío es uno de los pocos santos estigmatizados de la
Iglesia, es decir, de santos que llevaron, en sus cuerpos, las llagas de Cristo
y es aquí en donde nos vamos a detener brevemente. Ante todo, al referirse a
estas llagas, muchos dicen, erróneamente, “las llagas del Padre Pío” y en
realidad no es así, sino que son “las llagas de Cristo”, porque son las heridas
de Cristo las que, místicamente, llevó el Padre Pío a lo largo de su vida. No
son llagas propias de él, del Padre Pío, sino que son las llagas de Jesucristo,
del Hombre-Dios, quien quiso, explícitamente, que el Padre Pío las llevara
visiblemente y también sensiblemente, porque estas llagas le dolían al Padre
Pío, porque no es que las llevara simplemente, sin sentir su presencia. Este
don extraordinario de las llagas visibles de Jesucristo nos lleva a
preguntarnos qué sentido tienen, o mejor, cuál es la razón por la cual el Padre
Pío las llevó, en su vida terrena, por voluntad explícita de Dios.
Podemos decir que el Padre Pío llevó las llagas de Cristo
porque estas son un recordatorio de su Pasión de Amor: Jesús sufrió la Pasión
no por obligación, no involuntariamente, sino por Amor, Amor que es Amor de
Dios y no de un simple hombre y por lo tantos, es un Amor Eterno, Infinito,
Incomprensible, sufrido por todos y cada uno de nosotros, de manera tal que si
cada uno de nosotros fuéramos el único habitante de la tierra, Jesús habría
sufrido su Pasión de Amor por nosotros, personalmente. Si es un recordatorio de
su Pasión de Amor, entonces es un recordatorio de que debemos devolver ese
Amor, según el dicho: “Amor con amor se paga” y el amor con el que debemos
pagar la deuda de amor que tenemos con Cristo lo devolvemos con obras de
misericordia, por ejemplo.
Podemos decir que las llagas de Cristo que llevó el Padre
Pío son un recordatorio de lo que significa ser cristianos: ser cristianos no
es un simple título, sino que es ser hijos adoptivos de Dios Padre, en el Hijo
y si Jesucristo sufrió la Pasión para salvarnos y llevarnos al Cielo, entonces
también nosotros debemos pedir la gracia de participar de la Pasión de Cristo,
de la forma en que Dios disponga según su santa voluntad. Las llagas nos
recuerdan que nuestra vida como cristianos no es ni puede ser un lecho de
rosas, porque Cristo está crucificado en el Monte Calvario y si Él está
crucificado, con sus heridas abiertas y sangrantes, nosotros no podemos
pretender vivir en un lecho de rosas.
Podemos decir que las llagas de Cristo que llevó el Padre
Pío son un recordatorio de que nuestras manos, pies, corazones, y todos
nuestros pensamientos y sentidos, deben estar crucificados con Cristo, porque
si Cristo está en la Cruz y nosotros estamos unidos a Él por el Sacramento del
Bautismo, entonces nuestro lugar es la Cruz, es estar crucificados con Cristo. Esto
significa, concretamente, que nuestros pensamientos, sentimientos y sentidos,
deben ser los pensamientos, sentimientos y sentidos de Cristo crucificado.
Podemos decir que las llagas de Cristo que llevó el Padre
Pío son un recordatorio de que la Santa Cruz es el Camino al Cielo -y por lo tanto lo es la Santa Misa, que es la renovación incruenta y sacramental del Santo Sacrificio del Calvario-: la
contemplación de estas llagas deben llevarnos a la consideración de que estamos
de paso en esta vida terrena y que nuestro destino final no es “vivir bien” en
esta vida, sino buscar, con todo nuestro ser, unido a Cristo, la vida eterna,
el Reino de los cielos.
Por último, podemos decir que las llagas de Cristo que llevó
el Padre Pío son un recordatorio de que las llagas de Cristo son el refugio que
debemos buscar, si queremos salvar nuestras almas. Estamos en esta vida para
salvar nuestras almas y las de nuestros hermanos, para escapar de la Ira de
Dios y de la eterna condenación en el Infierno, para llegar, por el Amor de
Cristo, al Reino de Dios en el Cielo, pero no lo haremos, en tanto y en cuanto
vivamos apegados a esta vida y a sus atractivos: sólo si nos refugiamos en las
heridas de Cristo, viviremos en gracia y, lo más importante, moriremos en
gracia y así seremos llevados, por el Amor que brota de la herida del Costado
de Cristo, al seno del Padre en la eternidad.
Es esto lo que nos deben recordar las llagas de Cristo que lleva
el Padre Pío.
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