El día 29 se celebra la Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro
y Pablo y podemos preguntarnos por qué razón se celebran en la misma fecha[1].
Veamos algunas de ellas.
Una primera razón es que ambos son fundadores de la Iglesia
de Roma. En efecto, Jesús dijo a Pedro: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia”, con lo cual Simón Pedro pasó a ser “la roca” de la
Iglesia y se comprometió a apacentar el rebaño de Dios –a confirmarlos en la fe
católica- a pesar de sus debilidades humanas. Este encargo lo asumió Pedro luego
de la Resurrección y Ascensión de Cristo, cumpliendo con toda fidelidad el
encargo de Cristo. A su vez, Pablo, que era conocido como Saulo de Tarso antes
de su conversión, luego del encuentro sobrenatural comenzó su tarea de ser el
apóstol de los gentiles, pasando pasó el resto de su vida predicando el
Evangelio a las naciones del mundo mediterráneo. Por estas razones, Nuestro
Señor les concedió la corona de la gloria, constituyéndolos como “columnas del
edificio espiritual de la Iglesia”[2].
Otra
razón es que ambos padecieron en Roma: San
Pedro y San Pablo fueron detenidos y martirizados en la prisión Mamertina,
también llamada el Tullianum, ubicada en el foro romano en la Antigua Roma. San
Pedro pasó sus últimos años en Roma liderando a la Iglesia durante la
persecución, hasta su martirio en el año 64. Fue crucificado con la cabeza
abajo a petición propia, por no considerarse digno de morir como su Señor. Fue
enterrado en la colina del Vaticano y la Basílica de San Pedro está construida
sobre su tumba. A su vez, San Pablo fue decapitado en el año 67. Está enterrado
en Roma, en la Basílica de San Pablo de Extramuros.
Otra
razón es que San Pedro, San Pablo -y también la Virgen María-, nos conducen al
encuentro con el Dios Único y Verdadero, Dios Uno y Trino, conduciéndonos por
el camino de la fe y de la santidad, únicos caminos posibles para llegar al
Reino de Dios. Los dos Apóstoles son ejemplos insuperables de fe en Jesucristo
Dios y en amor a Él y al prójimo, puesto que predicaron, hasta dar sus vidas
por Cristo, el Evangelio de la salvación, a todo prójimo, sin distinción de
raza ni de religión.
Otra
razón es que ambos Apóstoles son “patronos principales de la Iglesia de Roma”,
según lo expresó el Papa Benedicto XVI, agregando que “La tradición cristiana
siempre ha considerado inseparables a San Pedro y a San Pablo: juntos, en
efecto, representan todo el Evangelio de Cristo”[3].
Por
último, se pueden decir que son la versión
contraria de Caín y Abel, según expresión del Papa Benedicto XVI, quien
presentó un paralelismo opuesto con la hermandad presentada en el Antiguo
Testamento entre Caín y Abel: “Mientras que la primera pareja bíblica de
hermanos nos muestra el efecto del pecado, por el cual Caín mata a Abel, Pedro
y Pablo, aunque humanamente muy diferentes el uno del otro, y a pesar de que no
faltaron conflictos en su relación, han constituido un modo nuevo de ser
hermanos, vivido según el Evangelio, un modo auténtico hecho posible por la
gracia del Evangelio de Cristo que actuaba en ellos”.
Por
estas razones es que se celebran, en un mismo día, las fiestas de los dos
Santos Apóstoles Pedro y Pablo.
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