“Herodes busca al Niño para matarlo” (Mt 12, 13-18). El Ángel se le aparece en sueños a San José –no es
un sueño de San José, sino una aparición del Ángel mientras duerme- y le
advierte que el rey Herodes, temeroso de que el Niño Dios le arrebate su reino,
enviará sus tropas para “buscarlo y matarlo”. San José obedece al Ángel y
conduce a la Sagrada Familia a Egipto, en busca de un lugar seguro. Cuando Herodes
se entera, se enfurece y manda a matar a todos los niños de Belén y sus
alrededores que tuvieran menos de dos años. Se cumple así el primer martirio
masivo de la Iglesia Católica, porque los niños asesinados por mandato de
Herodes mueren, no por ser ellos quienes son, sino por Cristo, puesto que en
ellos quiere Herodes matar a Cristo. Los Santos Niños Inocentes mueren
mártires, porque mueren en nombre de Cristo, derraman su sangre por el nombre
de Cristo y es esto lo que caracteriza al martirio, el derramar la sangre
propia dando testimonio de Cristo. Ellos no mueren porque un rey enloqueció y
mandó asesinar a niños sin ninguna razón: mueren porque en ellos quiere Herodes
matar a Cristo, Dios Hijo encarnado. Y aquí entra otro aspecto de la cuestión:
la primera, es el martirio, tal como lo hemos descripto; la segunda, es la
motivación del asesinato de los Santos Inocentes: es un asesinato que supera y
trasciende las simples pasiones humanas, para alcanzar la participación en el
odio del Ángel caído contra Dios encarnado. Es decir, en el asesinato en masa
mandado por Herodes, la furia de Herodes pasa a ser, de mera pasión humana, a
furia diabólica, una furia que se hace partícipe de la furia que el Ángel caído
profesa contra Dios Uno y Trino y su Mesías, Cristo Dios. Es este otro
componente, el de la furia demoníaca de Herodes, sumado a la muerte en nombre
de Cristo de los Santos Inocentes, lo que hace de estos Niños los primeros
santos mártires de la Iglesia Católica. De otro modo, sino estuvieran la furia
satánica y la muerte por Cristo, se trataría de un asesinato masivo de niños,
sí, pero no de una muerte masiva martirial y es por esto que la Iglesia los
conmemora, porque son mártires, al dar sus vidas por Cristo y al ser objeto de
un odio satánico y no meramente humano. Pero como todo lo que sucede con los
planes del Demonio, siempre fracasan ante Dios: los niños, a los que él buscaba
quitarles la vida, reciben en recompensa la Vida eterna y desde su muerte
terrena, viven para siempre en el Reino de los cielos, adorando al Cordero, por
quien dieron sus vidas.
“Herodes busca al Niño para matarlo”. En nuestros penosos y
oscuros días, caracterizados por el dominio casi absoluto de la cultura de la
muerte, podemos parafrasear al Evangelio y decir: “Los legisladores de la
Nación Argentina buscan a los niños por nacer para matarlos”, porque se
encuentran tristemente empeñados en legislar un genocidio de niños por nacer,
al aprobar el aborto por ley. Podemos decir también que se trata no de meras
pasiones o posiciones ideológicas humanas, sino de un verdadero odio satánico
contra la vida en gestación, porque no hay nada, absolutamente nada,
racionalmente hablando, que justifique el asesinato de un niño por nacer. Y si
no hay razón humana que justifique el genocidio, entonces la única explicación
que queda es que los señores legisladores, como Herodes en su tiempo,
participan del odio satánico del Ángel caído contra Dios hecho Niño, contra el
Niño Dios. Los nuevos Herodes no envían a sus ejércitos a asesinar a niños
menores de dos años, sino que estampan sus firmas para aprobar leyes inicuas
que aprueben la matanza indiscriminada de niños en gestación. Frente a esto,
recordemos que “de Dios nadie se burla” (Gál 6, 7) y es así como, al poco tiempo de dar la
orden de asesinar a los niños menores de dos años, Herodes murió. De Dios nadie
se burla, señores legisladores.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario