El
Evangelista Juan describe a Jesús, el Hombre-Dios, en el inicio de su
Evangelio. Dice así: “Al principio –desde la eternidad- existía el Verbo, el
Verbo era Dios, era la vida de los hombres, era la luz, por Él fueron hechas
todas las cosas, el Verbo se hizo carne, vino a los suyos y no lo recibieron,
vimos su gloria, gloria como de Unigénito”. Ahora bien, todo lo que el inicio
del Evangelio de Juan dice de Jesús, se puede aplicar, obviamente, al Niño
Dios, al Niño de Belén, porque el Niño de Belén es Jesús y Jesús es el Verbo de
Dios; por esta razón, este Evangelio se puede leer, meditar, reflexionar,
contemplando al Pesebre y, más específicamente, al Niño de Belén, porque se
habla de Él. Por esto, parafraseando al Evangelista, podemos decir:
Al principio –desde la eternidad- existía el Niño de Belén,
porque el Niño de Belén es el Hijo de Dios, engendrado en el seno del Padre
desde la eternidad;
-El Verbo era Dios: el Niño de Belén es Dios, porque es el
Hijo Unigénito del Padre, la Segunda Persona de la Trinidad, encarnada;
-Era la vida de los hombres: el Niño de Belén es la Vida de
los hombres, pero no una vida humana, natural, sino una vida nueva, la vida
eterna, la vida de Dios Uno y Trino, una vida verdaderamente divina,
sobrenatural, que Él la participa por su gracia;
-Era la luz: el Niño de Belén es la luz de los hombres, pero
no una luz natural, sino que es Luz Eterna, porque Dios es luz inaccesible, luz
divina, luz sobrenatural, que da vida divina al que ilumina;
-Por Él fueron hechas todas las cosas: todo el universo
visible e invisible fue hecho por el Niño de Belén, porque él es la Sabiduría
divina, la Sabiduría de Dios y todo lo que fue creado, fue creado por la
Sabiduría de Dios, con suprema excelencia científica –por eso un científico no
tiene excusas para no creer en Dios, porque las cosas que él estudia con su
ciencia, todas las hizo Dios-, pero también con suprema belleza y con arte exquisito,
y todo fue hecho por la Palabra de Dios, el Niño de Belén;
-Y la Palabra se hizo carne: la Palabra de Dios, el Verbo de
Dios, se encarnó en el seno virginal de María Santísima, naciendo en Belén,
Casa de Pan, para donar su Cuerpo y su Sangre como Pan Vivo bajado del cielo y
esa Palabra encarnada que se dona como Pan celestial, es el Niño Dios, el Niño
de Belén;
-Vino a los suyos y no lo reconocieron: el Mesías, el Hijo
de Dios encarnado, vino a los suyos, a los hebreos, y no lo reconocieron, y
porque no lo reconocieron no lo dejaron nacer en una posada y luego lo
crucificaron, pero a los que lo reconocieron, les dio la gracia de ser hijos
adoptivos de Dios;
Vimos su gloria, como de Unigénito: el Niño de Belén, que es
el Hijo de Dios, es la gloria de Dios y como tal, es gloria invisible,
celestial, inaccesible, pero al encarnarse, los hombres pueden contemplar, en
el Niño de Belén, a la gloria de Dios, por eso, el que contempla al Niño de
Belén, contempla a la gloria de Dios, el Unigénito del Padre.
Entonces,
todo lo que se dice de Jesús en el Evangelio de Juan, se dice del Niño de Belén
y todo lo que se dice del Niño de Belén, se dice de la Eucaristía, porque la
Eucaristía es el Niño de Belén que se dona a Sí mismo como Pan de Vida eterna.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario