Vida
de santidad[1].
Se le llama “protomártir” porque tuvo el honor de ser el
primer mártir que derramó su sangre por proclamar su fe en Jesucristo. Se
desconoce por completo su conversión al cristianismo. La Biblia se refiere a él
por primera vez en los Hechos de los Apóstoles: allí se narra que en Jerusalén
hubo una protesta de las viudas helenistas (de origen griego), las cuales
decían que, en la distribución de la ayuda diaria, se les daba más preferencia
a los que eran de Israel, que a los pobres del extranjero. Cuando esa comunidad
creció, los apóstoles, para no dejar su labor de predicar, confiaron el servicio
de los pobres a siete ministros de la caridad llamados diáconos[2].
Estos fueron elegidos por voto popular, por ser hombres de buena conducta,
llenos del Espíritu Santo y de reconocida prudencia. Los elegidos fueron
Esteban, Nicanor y otros. Esteban además de ser administrador de los bienes
comunes, no renunciaba a anunciar la buena noticia: hablaba de Jesucristo con
un espíritu tan sabio que ganaba los corazones y los enemigos de la fe no
podían hacerle frente. Al ver los ancianos la influencia que ejercía sobre el
pueblo lo llevaron ante el Tribunal Supremo de la nación llamado Sanedrín y,
recurriendo a testigos falsos, lo acusaron de blasfemia contra Moisés y contra
Dios. Sucedió entonces que todos los del tribunal, al observarlo, vieron que su
rostro brillaba como el de un ángel, por lo que lo dejaron hablar, aprovechando
Esteban para pronunciar un poderoso discurso recordando la historia de Israel.
Lejos de convertirse por las palabras de Esteban, los del Tribunal,
enceguecidos por el odio contra Cristo, se abalanzaron sobre San Esteban y lo
apedrearon hasta matarlo.
Mensaje de santidad.
Quizás su mensaje de santidad está resumido, entre los
mejores, en un escrito de San Fulgencio de Ruspe. Para San Fulgencio, San
Esteban imitó a Cristo en Pasión y muerte en Cruz (nosotros agregamos que no
sólo lo imitó, sino que en cierto modo, se hizo partícipe de esa Pasión),
cuando lo apedreaban, porque en ese momento en que le quitaban la vida, oraba a
Dios para que perdonara a sus verdugos, tal como lo hizo Nuestro Señor en la
Cruz cuando dijo al Padre: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Dice
así San Fulgencio: “Esteban, para merecer la corona que significaba su nombre,
tuvo por arma la caridad, y ella le dio siempre la victoria. Por amor a Dios no
cedió ante la furia de los judíos, por amor al prójimo intercedió por los que
lo apedreaban. Por esta caridad refutaba a los que estaban equivocados, para
que se enmendasen de su error; por ella oraba por los que lo apedreaban, para
que no fuesen castigados”[3]. Y
Esteban, con su acto de caridad, no sólo perdona a los judíos, sino también a
Saulo: “Apoyado en la fuerza de esta caridad, venció la furia y crueldad de
Saulo y, habiéndolo tenido por perseguidor en la tierra, logró tenerlo por
compañero en el cielo. Movido por esta santa e inquebrantable caridad, deseaba
conquistar con su oración a los que no había podido convertir con sus palabras”.
Y el fruto de esa caridad es que ahora, ambos, gozan del Amor Eterno de Dios
Trino por los siglos: “Y ahora Pablo se alegra con Esteban, goza con él de la
gloria de Cristo, con él desborda de alegría, con él reina. Allí donde entró
primero Esteban, aplastado por las piedras de Pablo, entró luego Pablo, ayudado
por las oraciones de Esteban”. Es el Amor de Cristo, en definitiva, participado
a San Esteban y a Saulo, lo que los hace merecedores del Reino de los cielos: “La
caridad de Esteban, en efecto, superó la furia de los judíos, la caridad de
Pablo cubrió la multitud de los pecados, la caridad de ambos les hizo merecer
juntamente la posesión del reino de los cielos”. Frente a nuestros enemigos
personales y también frente a los enemigos de Dios y la Patria, que en nuestros
días abundan, pidamos al mártir San Esteban para que interceda por nosotros y así
nos consiga la gracia de saber amar y perdonar a los enemigos, hasta dar la
vida y con el Amor del Espíritu Santo, tal como lo hizo él, imitando a Nuestro
Señor Jesucristo y participando de su Pasión.
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