Al aparecerse como el Sagrado Corazón, Jesús le dijo a Santa
Margarita que concedería Doce Promesas a todo aquel que honrara su imagen. Estas
Promesas son:
“Les daré todas las gracias necesarias para su vida”:
necesitamos de la gracia para vivir la vida de santidad de los hijos de Dios,
más que el cuerpo necesita del aire para respirar. Nadie está exento de la
necesidad de la gracia, pues el mismo Jesús nos lo dice: “Sin Mí, nada podéis
hacer”. Esto es literal: sin Jesús, nada bueno y mucho menos, nada santo,
podemos hacer, por lo que necesitamos de su gracia para vivir en santidad. Ahora
bien, cada uno tiene necesidades particulares de gracia, puesto que no todos
somos iguales; el Sagrado Corazón promete que dará las gracias que cada uno
necesita, según su deber de estado, para vivir la vida de santidad.
“Les daré paz a sus familias”: la paz que promete el Sagrado
Corazón no es la paz del mundo, la cual es una paz superficial, extrínseca y
que se basa en una mera ausencia de conflictos: la paz que promete el Sagrado
Corazón es la Paz de Dios, la paz que desciende desde el Corazón de Jesús al
alma, cuando ésta se reconcilia con Dios por medio del Sacramento de la
Penitencia y es una paz que desciende hasta la raíz del ser, y es el estado en
el que queda el alma como consecuencia de haberle sido quitado su pecado por la
Confesión Sacramental.
“Los consolaré en todas sus penas”: cuando sobrevenga algún
momento de pena, de desolación, de tribulación, los adoradores del Sagrado
Corazón tendrán una gracia particular y es el de ser consolados por el mismo
Jesús en Persona. Serán como Juan el Evangelista, que fue consolado, en la
tribulación de la Pasión de Jesús que Él les había anunciado, al recostar su
pecho sobre el Sagrado Corazón.
“Seré su refugio durante la vida y sobre todo a la hora de
la muerte”: el adorador del Sagrado Corazón tendrá en Él un seguro refugio,
tanto en las tribulaciones y dolores que sobrevengan en la vida terrena, como
en el momento de la muerte, en donde el alma es acechada por toda clase de
tentaciones, puesto que el Tentador en persona busca que el alma se desespere y
se condene. El Sagrado Corazón no permitirá que nada de esto le suceda a quien
lo honre, lo adore y lo ame.
“Derramaré abundantes bendiciones en todas sus empresas”:
quien adore al Sagrado Corazón y sea su fiel devoto, recibirá la gracia
particular de ser bendecido por el mismo Jesús en todas las tareas que
emprenda.
“Los pecadores encontrarán en mi Corazón un océano de
Misericordia”: quien adore al Sagrado Corazón, aun siendo el más grande
pecador, encontrará en Él no solo la gracia para salir del pecado, sino
infinitas gracias más, que lo harán pasar del estado de pecador al estado de
justo.
“Las almas tibias se volverán fervorosas”: Dios no tiene
contemplaciones con los tibios, puesto que Él dice de estas almas en el
Apocalipsis: “A los tibios los vomitaré de mi boca”. Quien adore al Sagrado
Corazón, pasará de la tibieza al fervor, será como una madera seca que, al
contacto con el fuego, arde al instante; de la misma manera, el alma tibia, al
contacto con las llamas de Amor que envuelven al Sagrado Corazón, se verá a sí
misma encendida en el Fuego del Divino Amor.
“Las almas fervorosas harán rápidos progresos en la
perfección”: si un alma ya no sólo no es ni mala ni tibia, sino que ha
ingresado en el camino de la santidad, al adorar al Sagrado Corazón de Jesús
verá incrementar de modo admirable su grado de santidad.
“Bendeciré las casas donde mi imagen sea expuesta y venerada”:
las familias y hogares en los que la imagen del Sagrado Corazón de Jesús sea
venerada y honrada de modo particular –por ejemplo, colocando la imagen en el
lugar más visible de la casa-, recibirán particulares atenciones del Amor de
Dios, de manera que las tribulaciones y dolores serán más ligeros y los gozos y
alegrías más profundos y duraderos.
“Otorgaré a aquellos que se ocupan de la salvación de las
almas el don de mover los corazones más endurecidos”: esta Promesa parece
dirigirse, de modo particular, a los sacerdotes y consagrados; aquellos que
particularmente amen y adoren al Sagrado Corazón, recibirán la gracia especial
de conmover y llevar a la conversión a los corazones más endurecidos.
“Grabaré para siempre en mi Corazón los nombres de los que
propaguen esta devoción”: Así como se graba en el mármol el nombre de quien
hizo algo heroico y noble, del mismo modo quedará grabado, en el Sagrado
Corazón, el nombre del alma que se dedique a promover la devoción, porque no
hay nada más heroico y noble que conducir al Amor de Jesús a las almas de
nuestros prójimos.
“A todos los que comulguen nueve primeros viernes de mes continuos,
el amor omnipotente de mi Corazón les concederá la gracia de la perseverancia
final”: una de las gracias más importantes, porque asegura la salvación eterna
del alma, es la gracia de la perseverancia, hasta el fin de la vida terrena, en
la fe verdadera y en las obras de misericordia. Esta gracia está asegurada para
el que, adorando al Sagrado Corazón, reciba al Sagrado Corazón Eucarístico de
Jesús por nueve primeros viernes de mes.
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