San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

domingo, 13 de octubre de 2019

Santa Teresa de Ávila



         Vida de santidad[1].

         Reformadora del Carmelo, Madre de las Carmelitas Descalzas y de los Carmelitas Descalzos; mater spiritualium (título debajo de su estatua en la basílica vaticana); patrona de los escritores católicos y Doctora de la Iglesia (1970): La primera mujer, que junto a Santa Catalina de Sena recibe este título.

Mensaje de santidad.

Uno de sus mensajes de santidad lo podemos encontrar en su poema “Vivo sin vivir en mí”.
Vivo ya fuera de mí después que muero de amor, porque vivo en el Señor que me quiso para sí. Luego del encuentro personal con Dios que “es Amor”, Santa Teresa “muere de amor” y “fuera de sí”, porque ya no vive en ella y para ella, sino que vive en Dios y de su Amor.
         Cuando el corazón le di, puso en él este letrero: que muero porque no muero. La Santa le entrega su corazón a Dios-Amor y Dios-Amor pone tanto Amor en su corazón, que lo que dice el letrero es lo que la santa vive: muere porque no muere, porque si muriera, pasaría a disfrutar del Amor de Dios y de Dios-Amor por toda la eternidad, dejando las amarguras y tribulaciones de esta vida terrena.
Esta divina prisión del amor en que yo vivo, ha hecho a Dios mi cautivo, y libre mi corazón; y causa en mí tal pasión ver a Dios mi prisionero, que muero porque no muero. Al quedar encerrada en el Corazón de Dios y al ser inflamado su propio corazón en las llamas del Divino Amor, se ha producido un trueque: ella, que como creatura era esclava del pecado, como lo somos todos antes de la gracia, ahora es libre en el Amor de Dios, pero al venir Dios a su corazón humano, se ha quedado libremente encerrado en su corazón, convirtiéndose en prisionero de Amor. Y al ver a Dios de esta manera, repite su deseo de morir porque no muere, porque si muere pasa a gozar sin límites del Divino Amor.
¡Ay! ¡Qué larga es esta vida! ¡Qué duros estos destierros, esta cárcel, estos hierros en que el alma está metida! Sólo esperar la salida me causa un dolor tan fiero, que muero porque no muero. Esta vida es, para la santa, larga y dura y aunque el cuerpo es de carne, para el alma de la santa, que sólo ama a Dios, es igual que el hierro. La santa espera morir y morir pronto, pero la sola espera le provoca “dolor fiero”, porque muere porque no muere, porque si muere deja esta cárcel que es esta vida y pasa a gozar en la libertad del Reino de Dios, de Dios y su Amor.
¡Ay! ¡Qué vida tan amarga do no se goza el Señor! Porque si es dulce el amor, no es la esperanza larga; quíteme Dios esta carga, más pesada que el acero, que muero porque no muero. Esta vida terrena, “donde no se goza al Señor”, es amarga, porque no se gusta la dulzura del Divino Amor. Esta vida terrena es “carga más pesada que el acero” porque muere porque no muere, porque si muere, deja el amargor de esta vida, para comenzar a gustar de la dulzura del Divino Amor.
Solo con la confianza vivo de que he de morir, porque muriendo el vivir me asegura mi esperanza; muerte do el vivir se alcanza, no te tardes, que te espero, que muero porque no muero. La santa llama a la muerte y le pide que no se tarde, porque muere porque no muere, porque si la muerte la alcanza, le concede lo que anhela su esperanza, que es vivir eternamente en el Amor de Dios.
Estando ausente de ti, ¿qué vida puedo tener, sino muerte padecer la mayor que nunca vi? Lástima tengo de mí, por ser mi mal tan entero, que muero porque no muero. Al estar ausente de Dios, la vida terrena parece muerte, con padecimientos que no hay mayores; se compadece de su alma, porque para ella es un mal el vivir y una ganancia el vivir y por eso muere porque no muere.
Mira que el amor es fuerte: Vida no me seas molesta; mira que sólo te resta, para ganarte, perderte; venga ya la dulce muerte, venga el morir muy ligero, que muero porque no muero. Nuevamente la santa llama a la muerte, para que la libere de esta vida “amarga y dura”, porque el Amor con el que Dios la llama es fuerte y es más fuerte que la muerte y para ganar la Vida eterna, sólo tiene la santa que perder la vida terrena y hasta que eso suceda, muere porque no muere.
Aquella vida de arriba es la vida verdadera, hasta que esta vida muera, no se goza estando viva: muerte, no me seas esquiva; viva muriendo primero, que muero porque no muero. La Vida eterna, la Vida del Reino de Dios, es la “Vida verdadera” y la única forma de vivir esta vida terrena es vivir muriendo porque sólo en el morir se cumple el ansia de Vivir eternamente en el Amor de Dios y por eso la santa “muere porque no muere”.
Vida ¿qué puedo yo darle a mi Dios, que vive en mí si no es perderte a ti, para mejor a Él gozarle? Quiero muriendo alcanzarle, pues a Él sólo es el que quiero, que muero porque no muero. La santa quiere morir, es decir, quiere darle a Dios lo que tiene, que es esta vida terrena, porque perdiendo la vida terrena, gana la Vida eterna y así puede “mejor gozarle”. Al morir, quiere alcanzarlo porque sólo a Dios quiere y hasta que esto no sucede, la santa “muere porque no muere”.

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