San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

jueves, 19 de octubre de 2017

San Expedito y la fuerza de la Cruz


         San Expedito era un soldado romano pagano, es decir, adoraba a falsos dioses, los cuales, como dice la Escritura, “son demonios”: “Los ídolos de los gentiles son demonios”. En un determinado momento, recibió la gracia de la conversión, lo cual quiere decir que recibió una luz especial, proveniente del Espíritu Santo, que le hacía ver que solo Jesucristo era el único y verdadero Dios y los dioses a los que él, hasta ese momento, adoraba, eran solo demonios. Pero al mismo tiempo que recibía esta luz, el Demonio se le apareció en forma de cuervo, para tratar de convencerlo de que no se convirtiera a Jesús, que siguiera viviendo su vida como pagano. San Expedito tenía ante sí dos opciones: o Jesús y su Cruz y empezar a vivir la vida nueva de hijos de Dios, o el Demonio y sus ídolos, que quería decir continuar viviendo como pagano, adorando a ídolos demoníacos (que en nuestros días, serían el Gauchito Gil, San La Muerte, la Difunta Correa).
         San Expedito, que tenía la Cruz de Cristo en su mano, habiendo recibido de la Cruz una fuerza sobrenatural que lo hacía crecer en fe y en amor a Jesús, levantó la Cruz en alto y dijo: “Hodie!”, es decir, “¡Hoy comienzo a ser cristiano, hoy dejo mis vicios y pecados, hoy comienzo a vivir los mandamientos de Dios, hoy perdono setenta veces siete, hoy cargo con mi cru por el camino del Calvario, para así llegar al cielo!”. Y diciendo esto, aplastó con su pie al Demonio que, todavía en forma de cuervo, se había acercado hasta San Expedito.

         También nosotros debemos elegir, o la conversión a Jesucristo, o el adorar  a los ídolos del mundo, y esto, todos los días, todo el día. Y al igual que San Expedito, debemos obtener nuestras fuerzas de la Santa Cruz de Jesús, el único Camino que nos lleva al cielo.

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