San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

miércoles, 18 de octubre de 2017

Fiesta de San Lucas, evangelista


         Vida de santidad.

Nacido de familia pagana, Lucas –cuyo nombre significa: “luminoso, iluminado”, ya que viene del latín “luce”, que es luz-, es el único escritor del Nuevo Testamento que no es israelita, puesto que nació en Grecia. Se convirtió a la fe y acompañó al apóstol Pablo, de cuya predicación es reflejo el evangelio que escribió[1]. Es autor también del libro denominado “Hechos de los apóstoles”, en el que se narran los orígenes de la vida de la Iglesia hasta la primera prisión de Pablo en Roma[2].
San Lucas es denominado “el gran poeta de María”, y a diferencia de Juan, que profundiza en el aspecto místico y sobrenatural de la Madre de Dios –al punto de apenas poder distinguirse entre la Madre de Jesús de la Madre-Iglesia-, Lucas posee una visión mística de la Virgen aunque esta visión comienza en lo particular, en lo concreto, en lo humano: en Lucas, María Santísima se percibe a sí misma, en su persona, como nada infinita frente a la majestad de Dios; canta las maravillas que Dios hizo en ella, como en el Magnificat y se alegra del gran don con el que ha sido honrada, de ser Virgen y Madre de Dios y que sufre en el silencio su participación mística a la Pasión de su Hijo. Según una antigua tradición, se le atribuye a San Lucas el ser el primero en plasmar, en una pintura, a la Virgen.
San Lucas redactó, por inspiración del Espíritu Santo –toda la Escritura está inspirada por el Espíritu Santo- el tercer Evangelio y Los Hechos de los apóstoles. Era médico y testimonio de esto último es que San Pablo lo llama “Lucas, el médico muy amado”, y probablemente cuidaba de la quebrantada salud del gran apóstol en los viajes de San Pablo. En los Hechos de los apóstoles, al narrar los grandes viajes del Apóstol, habla en plural diciendo “fuimos a... navegamos a...”. Narra con todo detalle los sucesos ocurridos a San Pablo en sus cuatro viajes: acompañó a San Pablo cuando éste estuvo prisionero, primero dos años en Cesarea y después otros dos en Roma.

Mensaje de santidad.

El evangelio de Lucas, “el médico carísimo” de Pablo, es llamado también el evangelio de la misericordia de Cristo, Médico Divino de cuerpo y alma que “pasó por todas partes haciendo el bien y sanando a todos los esclavizados por el diablo” (Hch 10, 38)[3]. Lucas recoge cuidadosamente las palabras con que Zacarías anuncia la próxima llegada de este misericordioso samaritano celestial y le proclama como el que dona la misericordia de Dios y perdona las pecados movido por el amor entrañable de nuestro Dios (Lc 1,72, 77,78 ).
San Lucas describe en su Evangelio al Cristo misericordioso que, cual médico celestial, sana no solo los cuerpos sino también las almas, liberándolas de la tiranía del demonio, del pecado y de la muerte. Así, da testimonio del perdón de Dios a la “mujer pecadora” (Lc 7, 36-50); la llamada a Zaqueo, “el publicano y hombre pecador” (Lc 19, 1, 10); la respuesta al ataque farisaico, “éste come con los pecadores”, en las tres parábolas de la misericordia: la de la oveja descarriada y otra vez vuelta al redil en brazos del pastor, la de la dracma perdida y encontrada de nuevo tras búsqueda trabajosa, la del hijo pródigo y de nuevo en la casa paterna entre los brazos del padre. Describe a Cristo como al Médico compasivo que desde la cruz perdona a quienes le quitan la vida, al tiempo que promete el Paraíso a quienes, como el Buen Ladrón, se arrepienten y reciben su perdón misericordioso en esta vida (Lc 23, 34-43).
En el libro de los Hechos de los Apóstoles, escrito en Roma años antes del 70, repite el último mandato de Cristo, el Salvador del mundo, a los apóstoles el día de la Ascensión: “Seréis mis testigos en Jerusalén, en Judea y en Samaria, y hasta el último confín de la tierra” (Hch 1, 8). Es decir, el llamado a la conversión, por la misión, para recibir la Misericordia Divina, a todos los pecadores del mundo.
San Lucas muestra entonces a un Jesús que es Dios misericordioso, que se compadece de las miserias del hombre y sana tanto su cuerpo como su alma, al tiempo que ofrece esta Misericordia Divina a todos los hombres, sin distinción de raza, de edad, de condición social. Pero el Cristo Misericordioso de Lucas, que ofrece su Misericordia Divina de forma inagotable al pecador en esta vida, para que se arrepienta y se convierta, es también el Cristo Juez Implacable que dará el Cielo a los que fueron misericordiosos con sus hermanos, al tiempo que dará el Infierno eterno a los que, persistiendo voluntariamente en el pecado, se negaron obstinadamente a ser misericordiosos con sus prójimos más necesitados. El mismo Cristo misericordioso, que perdona sin medida en esta vida, es el mismo Cristo que dirá a los que se condenen en el Infierno por no haber querido obrar la misericordia: “¡Apártense de Mí (…) No os conozco, hacedores de maldad!” (cfr. Lc 13, 25-27). En definitiva, el Cristo de Lucas es el mismo Cristo de Sor Faustina Kowalska, que nos advierte: “Que los más grandes pecadores [pongan] su confianza en Mi misericordia. Ellos más que nadie tienen derecho a confiar en el abismo de Mi misericordia. Hija Mía, escribe sobre Mi misericordia para las almas afligidas. Me deleitan las almas que recurren a Mi misericordia. A estas almas les concedo gracias por encima de lo que piden. No puedo castigar aún al pecador más grande si él suplica Mi compasión, sino que lo justifico en Mi insondable e impenetrable misericordia. Escribe: Antes de venir como Juez Justo abro de par en par la puerta de Mi misericordia. Quien no quiere pasar por la puerta de Mi misericordia, tiene que pasar por la puerta de Mi justicia”[4].



[3] http://www.mercaba.org/SANTORAL/Vida/10/10-18_S_Lucas_evangelista.htm
[4] Diario, 1146.

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