Los ángeles de Dios, entre los cuales la Iglesia celebra a
tres de ellos, los Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, se caracterizan por su
amor a Dios y por su servicio a Dios. De hecho, en eso consistió la prueba a la
que Dios los sometió, luego de crearlos como personas angélicas, es decir, como
seres espirituales puros y libres. Dios los creó para que sus inteligencias
angélicas se deleitaran en la Verdad divina, y para que sus voluntades vivieran
en un acto de continuo amor a Dios. Es decir, un ángel cumple el objetivo para
el que fue creado, tanto más, cuanto más conoce y ama a Dios. Su intelecto fue
creado para contemplar la Verdad Increada que es Dios, y su voluntad fue creada
para amar al Amor Increado, que es Dios. Es por eso que los ángeles que no se
rebelaron, son inmensamente felices y lo serán por la eternidad, porque cumplen
el fin para el que fueron creados. De igual manera sucede con el hombre, la
otra creatura creada como persona inteligente y con capacidad de amar: el
hombre fue creado para contemplar la Verdad de Dios y para amar al Amor de
Dios, y como tanto la Verdad de Dios como el Amor de Dios se nos manifiestan en
la Persona divina de Jesús, cuanto más contemplamos a Jesús en la Cruz y cuanto
más lo amamos y adoramos en la Eucaristía, tanto más cumplimos el fin para el
que fuimos creados.
Al haber sido creados para Dios y por Dios, los ángeles no
encuentran mayor gozo y alegría que en el cumplimiento de las órdenes de Dios y
en el ser instrumentos para su obra divina. Esa es la razón por la cual los
ángeles, en la Escritura, aparecen siempre secundando las órdenes divinas,
órdenes todas que redundan en beneficio del hombre. Así, por ejemplo, San Miguel
lucha en el cielo contra Lucifer; Gabriel anuncia a la Virgen que será Madre de
Dios; Rafael bendice a los esposos.
Es
importante tener en cuenta la actividad de los santos Arcángeles que están al
servicio de Dios, porque esta actividad benéfica está contrarrestada por la
actividad de los ángeles caídos, que obran de modo contrario a los ángeles de
Dios: Lucifer pretende desplazar a Dios del corazón del hombre, y para eso
envía a sus servidores, los ídolos demoníacos como el Gauchito Gil, la Difunta
Correa, San La Muerte, además de la magia, la brujería, la hechicería; Asmodeo,
el demonio de la impureza, contrarresta el anuncio de Gabriel a la Inmaculada,
y es así que, por medio de la ideología de género, de la promoción de la
anti-natura en todas sus formas, la perversión de la niñez y de la juventud por
medio del erotismo, a través de ritmos musicales indecentes e inmorales –entre otros,
cumbia, rap, reggaetón, rock pesado-, pretende instaurar la impureza corporal
desde la infancia, para apartar a niños y jóvenes de Dios, que es la Pureza Increada;
también este mismo demonio, Asmodeo, ataca a las familias, contrariando la
acción de Rafael, y la forma en que lo hace es seduciendo a los hombres para
que acepten cualquier modelo de familia que no sea la familia querida por Dios,
la familia natural, formada por el varón, la mujer y los hijos. Sin embargo, lo
que persiguen las potencias infernales, es destruir la Iglesia Católica, la
única y verdadera Iglesia de Dios, y para eso, buscan destruir el culto
eucarístico, para borrar de la mente y el corazón de los bautizados el Santo
Nombre de Jesús; además, combaten a la Virgen y promueven todo tipo de sectas
peligrosas y de devociones paganas. Así como los arcángeles de luz buscan
nuestra eterna salvación, así los ángeles caídos buscan nuestra eterna
condenación y para que no los podamos reconocer, se disfrazan de ángeles de luz
y adoptan el nombre de entidades oscuras, como Azrael, Uriel, etc.: son los
ángeles de la Nueva Era, y son demonios y no ángeles de Dios, por lo que un
católico nunca debe rendirles culto ni dirigirse a ellos en la oración.
“¿Quién
como Dios? ¡Nadie como Dios!”, grita San Miguel Arcángel, en los cielos, ante
la primera mentira jamás pronunciada en los cielos, por parte de Lucifer: “¡Yo
soy como Dios!”. De inmediato, comienza la lucha en los cielos, que finaliza
con la expulsión, para siempre, de Lucifer y sus ángeles rebeldes, de la
Presencia de Dios, porque nadie con un corazón perverso y maligno puede estar
ante la Presencia de la Santísima Trinidad.
Esa
batalla, librada en los cielos, continúa en la tierra, en donde el Demonio vaga
y “ronda como un león, buscando a quien devorar”. Hoy, como nunca antes en la
historia, los ángeles de la oscuridad están más activos que nunca, por medio de
sus agentes, los brujos, los curanderos, los hechiceros, y por medio de sus
servidores, los ídolos demoníacos paganos. Y también hoy, como nunca, los
cristianos católicos parecen adormecidos en su religión, porque no solo no la
practican, sino que muchos se pasan al bando de Lucifer y sus ángeles rebeldes,
dando culto a estas entidades demoníacas,
Al
recordar a los Santos Arcángeles de Dios, les pidamos que intercedan para que
no solo no nos desviemos nunca de la verdadera y única religión, sino que,
contemplando a Jesús en la Cruz y amándolo y adorándolo en la Eucaristía,
nuestras mentes se iluminen con la Verdad Increada y nuestros corazones se
enciendan en el Amor de Dios, cada día más, hasta que por la Misericordia
Divina, lleguemos al feliz encuentro con el Cordero en la eternidad.
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