Una de las características más sobresalientes en la vida de santidad del Padre Pío
fueron las heridas que llevaba en sus pies, en sus manos y en su costado. Los exámenes
médicos confirmaron, una y otra vez, que las heridas eran auténticas, así como
auténtica era la sangre que de ellas manaba. Descartando de plano toda
posibilidad de engaño y descartando así mismo la absurda teoría de que fuera
él, con su imaginación y poder mental, quien se las hubiera auto-infligido,
queda una sola explicación posible: las heridas, reales, son la confirmación
externa de la participación interna, por la gracia, a la Pasión de Nuestro Señor
Jesucristo.
La participación a la Pasión es una verdad de fe: el
cristiano es el Cuerpo Místico de Jesús, quien continúa su Pasión, a lo largo
del tiempo y de la historia humana, por medio de los miembros de su Cuerpo. Esto,
que se da por la gracia, por la fe y por el amor en todo cristiano, pero de
modo insensible e invisible, se volvió sensible y visible en el caso del Padre
Pío, por un designio especial de Dios. Fue Dios quien le concedió la gracia al
Padre Pío de hacer visible y sensible su participación a su Pasión. Es esto lo
que explica la aparición de las llagas: es Cristo quien padece a través del
Padre Pío. No son “las llagas del Padre Pío”, sino las llagas mismas de Jesús,
que se hacen visibles y sensibles a través del Padre Pío. Quien veía al Padre
Pío y sus llagas, veía a Jesús con sus llagas.
¿Cuál es la razón de esta gracia tan particular, concedida a
muy pocos santos en la historia de la Iglesia? Podríamos pensar que es para el Padre Pío pudiera hacer milagros, como de hecho los hizo, ya que por la imposición de sus manos llagadas se curaban, efectivamente, toda clase de enfermedades, corporales y espirituales.
Sin embargo, no es esta la razón última. La razón de las llagas visibles en el Padre Pío consiste en que los hombres, al contemplar unas llagas que no
tienen explicación humana posible, nos demos cuenta de que estamos
inmersos en un misterio incomprensible, el misterio del Amor del Hombre-Dios
Jesucristo, que nos muestra sus llagas, de modo visible, para que veamos con nuestros propios ojos al mismo Amor que se materializa y se hace
llagas para demostrarnos cuán profundo e insondable es el Amor con el que el
Amor nos ama. Es verdad que el Padre Pío hacía curaciones milagrosas cuando
imponía sus manos llagadas; pero si nos quedamos en el milagro de la curación,
nos perdemos de vista al Amor Divino que por esas llagas se nos manifiesta,
visible y sensiblemente.
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