Los Ángeles Custodios -que son seres espirituales reales, y no simplemente "amigos invisibles" de la infancia (y por lo tantos inexistentes), tal como lo pretende implementar la mentalidad laicista y racionalista contraria a la Iglesia que impera en nuestros días-, han sido asignados por la Divina
Providencia para que nos asistan en esta vida desde que nacemos hasta el día
en que morimos, para inculcarnos en la mente y en el corazón el amor a Dios
Uno y Trino, a Jesús, Dios Hijo encarnado, a la Virgen, la Madre de Dios; han sido encomendados, especialmente, por la Santísima Trinidad, para ayudarnos a evitar la eterna condenación en el infierno y para ayudarnos a salvar nuestras
almas, para que el día de nuestra muerte seamos juzgados dignos de ser
conducidos a la Casa del Padre, a gozar de la visión de las Tres Divinas Personas.
Sin
embargo, la educación liberal, racionalista, atea, agnóstica y materialista de
nuestro tiempo, ha reducido a los ángeles de Dios a seres poco menos que de
fantasía, que existen solo en las lecciones de los niños de Primera Comunión y
de Confirmación, cuya función se reduce a acompañar a los niños a la noche,
antes de dormir, y nada más, luego de ser invocados con una oración. Posteriormente,
con el crecimiento del niño y con el paso de los años, su presencia y su
función son olvidados rápidamente y en la práctica, su existencia es negada de
un modo pertinaz, de manera que si alguien afirma su existencia según la
Doctrina católica, es puesto en ridículo, y este es el logro más acabado de la
ideología atea, liberal y materialista.
A pesar de esto, el gnosticismo luciferiano ha logrado profundizar aún más las tinieblas en las
que se encuentra inmerso el hombre de hoy, porque si bien es cierto que se ha
logrado desterrar de las mentes y de los corazones a los ángeles de Dios –principalmente
y ante todo, paradojalmente, de entre los bautizados de la Iglesia Católica-,
sí se puede, en cambio, porque es “políticamente correcto”, aceptar la
existencia de ángeles, pero no según la Doctrina católica, sino según la
angeleología “new age”, es decir, según la angeleología de la Nueva Era, la
secta luciferina que no solo niega a Jesucristo en cuanto Hombre-Dios, sino que
proclama a Lucifer como el salvador del mundo. Según esta angeleología
acuariana, los ángeles que existen, no son los ángeles de luz, los que están al
servicio de Cristo, Rey de los ángeles, y de la Virgen, Reina de los ángeles,
sino los que están servicio del Príncipe de las tinieblas, y es así que estos
ángeles de la Nueva Era, al ser invocados, no hacen referencia, en ningún
momento, ni a Jesús ni a la Virgen, ni tampoco al cielo ni al infierno, pero sí
se habla de un “cristo cósmico” que se encuentra en una “nave espacial”, al
cual ellos, en cuanto sus mensajeros, deben conducir a los hombres, para
ponerlos a salvo y escapar de la tierra en las naves de la confederación
galáctica. Por gracia de Dios, los ángeles de la oscuridad se pueden reconocer fácilmente
por estos delirios, además de que sus nombres son absolutamente extraños a la
Revelación –por ejemplo, se hacen llamar, entre otros nombres: Azrael, Aiwass,
Methatron, Kryon, Ramtra, Elohim, etc.-, por el hecho de que su ayuda a los
hombres consiste -no como la de los verdaderos ángeles de luz, el conducirlos a
un mayor conocimiento y amor de Jesucristo, Rey de los ángeles, y de María,
Reina de los ángeles- en la obtención de cosas terrenas y vanas, que solo
excitan la concupiscencia y las pasiones carnales, indicios todos de que estos
ángeles proceden del infierno: dinero, salud, prosperidad.
Por el contrario, la señal de que un ángel es de Dios y no
de las tinieblas, es que nos comunica de su amor al Rey de los ángeles,
Jesucristo, y de su amor a la Reina de los ángeles, la Madre de Dios, porque
nuestros Ángeles Custodios están permanentemente ante la Presencia del Cordero
en los cielos, adorándolo y postrándose ante el altar de los cielos, y cuando
el Cordero desciende, obedeciendo a las órdenes del sacerdote ministerial, en
la Santa Misa, para renovar el Santo Sacrificio de la Cruz, de modo incruento,
en el Santo Sacrificio del Altar, nuestros Ángeles Custodios bajan junto con Él
y lo adoran, descendiendo hasta el altar eucarístico, postrándose ante “el
Cordero como Degollado” hasta tocar con sus frentes el suelo, que se encuentra
ante ellos en el altar, en la Santa Misa, así como antes estaba glorioso ante
ellos en los cielos, y se encargan luego de recoger la Sangre del Cordero en el
cáliz del altar.
Por
último, una señal para saber discernir acerca de la presencia y de la actividad
de nuestros Ángeles Custodios en la Santa Misa es el aumento del amor a la
Presencia eucarística de Jesús, porque eso quiere decir que nuestros ángeles
nos comunican del ardor de su amor por Jesús en la Eucaristía, ya que esa es
una de sus principales tareas aquí en la tierra: iluminar nuestras mentes y
nuestros corazones, para que conozcamos y amemos cada vez más al Cordero de
Dios, Presente con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad en la Eucaristía,
y esto como anticipo de la adoración eterna que, junto con ellos y con la Reina
de los Ángeles, y por la Misericordia Divina, esperamos tributarle, por toda la
eternidad, en el Reino de los cielos, en la Jerusalén celestial.
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