Una inmensa mayoría de católicos desconoce o malinterpreta
la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Muchos piensan que se trata de una
devoción puramente sentimentalista, basada en afectos pasajeros, o que está
reservada a señoras de edad, integrantes de cofradías propias de siglos
pasados, destinadas a desaparecer, puesto que ya no tienen lugar en una época
como la nuestra, caracterizada por el avance de la ciencia, de la técnica y de
la tecnología. Precisamente, una devoción sensiblera, anticuada, y
sentimentalista, en una época de la historia dominada por la razón tecnológica
y cientificista, no tiene razón de ser, y es lógico que quede relegada a
señoras mayores de edad, ancladas en el pasado y nostálgicas de un catolicismo
anticuado, deudor de unas formas de las que precisamente debe desligarse, para
poder sobrevivir en el mundo actual.
Sin embargo, quienes así piensan, son quienes desconocen por
completo el verdadero sentido y significado de las apariciones del Sagrado
Corazón de Jesús, y lo hacen, porque en el fondo, desconocen al Sagrado Corazón
de Jesús, es decir, desconocen por completo a Jesús, el Hombre-Dios. Si conocieran
a Jesús, jamás podrían decir que la devoción al Sagrado Corazón de Jesús es una
devoción sensiblera, sentimentalista, o pasada de moda; por otra parte, si
conocieran al Sagrado Corazón de Jesús, las cofradías estarían repletas de
fieles de todas las edades, desde niños que apenas están comenzando a hacer uso
de la razón, pasando por jóvenes y adultos, hasta ancianos a punto de morir. Si
los católicos conocieran verdaderamente la devoción al Sagrado Corazón de
Jesús, las iglesias rebosarían de fieles, y no se encontrarían vacías o
semi-vacías, como en la actualidad.
Pero para saber de qué se trata la devoción, es necesario
recordar lo que el mismo Sagrado Corazón le dijo a Santa Margarita en su primera
Aparición, el 27 de diciembre de 1673, en Paray-le-Monial, en Francia, cuando
Santa Margarita tenía 26 años de edad y llevaba 14 meses de profesa. En esa
primera aparición, Jesús le dijo: “Mi Divino Corazón está tan apasionado de
Amor por los hombres y por ti en particular que, no pudiendo ya contener en Sí
Mismo las Llamas de Su Ardiente Caridad, le es preciso comunicarlas por tu
medio y manifestarse a todos para enriquecerlos con los preciosos Tesoros que
te estoy descubriendo, los cuales contienen las Gracias santificantes y
saludables necesarias para separarles del abismo de perdición”. En estas
palabras, hay ya demasiados elementos para advertirnos de que no se trata de
una mera devoción sensiblera: por un lado, Jesús, el Hombre-Dios, le declara
todo el Amor de su Divino Corazón, tanto hacia ella, como hacia toda la
humanidad, lo cual quiere decir, hacia todos y cada uno de nosotros: “Mi Divino
Corazón está tan apasionado de Amor por los hombres”, y le dice también que no
es tanto ese amor, que no puede contenerlo y que quiere darlo a comunicar, porque
se trata de un Amor divino, lo cual es, por definición, un Amor eterno,
infinito, celestial, sobrenatural, incomprensible e inagotable, y la ha elegido
a Santa Margarita para darse a conocer: “no pudiendo ya contener en Sí Mismo
las Llamas de Su Ardiente Caridad, le es preciso comunicarlas por tu medio y
manifestarse a todos”.
Pero
el Sagrado Corazón agrega después una revelación que nos advierte que el Amor
de Dios, además de comunicarnos su Amor, nos quiere salvarnos de un peligro
cierto, y ese peligro, no es el peligro de la inseguridad, de la inflación, de
la escasez de alimentos, sino de algo infinitamente más grave: es el peligro de
la eterna condenación: “(Mi Divino Corazón) contiene las Gracias santificantes
y saludables necesarias para separarles del abismo de perdición”. Aquí se
encuentra uno de los elementos fundamentales de la devoción al Sagrado Corazón,
y que hace que esta devoción, lejos de ser una devoción sensiblera y
sentimentalista, destinada a viejitas piadosas y anticuadas, esté destinada a
toda la humanidad, y que sea una devoción recia y viril, y que el que no quiera
ser devoto del Sagrado Corazón, o el que lo desprecie y no quiera ser abrasado
por las Llamas de Amor que envuelven al Sagrado Corazón, se vea gravemente expuesto
a ser envuelto, para siempre, por las llamas azulinas del Infierno.
Otro
elemento de la devoción al Sagrado Corazón, es que Jesús elige a quienes son
los más inútiles a los ojos del mundo, y eso es lo que le dice a Santa
Margarita: “Te he elegido como un abismo de indignidad y de ignorancia, a fin
de que sea todo Obra Mía”. Y esto lo hace, para que no nos ensoberbezcamos y
pensemos que valemos algo, puesto que, como dice Jesús, “nada” podemos, sino es
por Él: “Nada podéis hacer sin Mí.” (…).
Por
último, el que es devoto del Sagrado Corazón, recibe a cambio, como Santa
Margarita, al mismo Sagrado Corazón de Jesús, como le pasó a Santa Margarita: “Me
pidió después el corazón y yo Le supliqué que lo tomase. Lo tomó y lo introdujo
en Su Corazón adorable, en el cual me lo mostró como un pequeño átomo que se
consumía en aquel Horno encendido. Lo sacó de allí, cual si fuera una llama
ardiente en forma de corazón y lo volvió a colocar en el sitio de donde lo
había tomado”. A nosotros no se nos aparece de esa manera, pero en la comunión
eucarística, nos entrega su Sagrado Corazón Eucarístico, y a cambio, nosotros
le entregamos nuestro pobre corazón, que es pequeño como un grano de arena y
negro y duro como una roca.
Por
último, el que quiera verdaderamente saber cómo es la verdadera devoción al
Sagrado Corazón de Jesús, debe pedir unirse a los dolores de la Pasión de
Jesús, y pedirle experimentar sus penas y sus amarguras, para ser, junto con
Él, y unido a la Virgen de los Dolores, corredentor de la humanidad, porque el
Sagrado Corazón de Jesús busca, así como buscó en Getsemaní a los apóstoles, que se unieran con Él en la
oración del Huerto, almas que quieran unirse con Él en el sacrificio redentor
de la cruz: “Busco una víctima para Mi Corazón, que quiera sacrificarse como
hostia de inmolación en el cumplimiento de Mis Designios”. Y esta unión con el
Sagrado Corazón, la puede hacer cada uno, en el Santo Sacrificio del Altar, en
la Santa Misa, uniéndose a Jesús, que renueva sobre el altar, su Santo
Sacrificio de la cruz. En esto consiste la verdadera devoción al Sagrado
Corazón de Jesús: unirse a Él, como víctima, como hostia de inmolación, en la Santa Misa, que es la renovación incruenta del Santo Sacrificio de la cruz, para
reparar por los pecados del mundo”.
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