La especulación filosófica y teológica de Santo Tomás
proporciona bases sumamente sólidas para la demostración de la existencia de
Dios, primero, y para la fe en la Revelación de Cristo, después.
Por la razón filosófica, a través de las cinco vías –movimiento,
causalidad eficiente, contingencia de los seres, perfección de los seres,
gobierno del mundo-, Santo Tomás llega al descubrimiento de la existencia de
Dios, de modo tal que con la simple observación del mundo creado, la razón
puede afirmar, sin dudar, la existencia de un Ser superior al que se le llama “Dios”.
Por esta vía, se llega al conocimiento de Dios como Acto de Ser Puro, perfectísimo,
por cuya condición de Acto de Ser Increado, dependen por participación todos
los seres creados. Por las cinco vías de Santo Tomás, la razón humana llega al
conocimiento firme de la existencia de Dios como Acto de Ser que Es “fuera” y “por encima” del hombre, el
cual a su vez no se explica sin la referencia a este Ser Increado llamado “Dios”.
El hombre no se entiende en su ser creatural y participado, sino es en relación
de dependencia en su ser y existir, a este Ser que es Acto Puro de Ser.
La especulación filosófica de Santo Tomás permite, además de
llegar al conocimiento de la existencia de Dios como Acto de Ser Increado,
llegar al conocimiento propio de la especulación teológica, conocimiento que es
más elevado y profundo, por cuanto su contenido no es fruto de la elaboración
de la razón, sino de las verdades inmutables transmitidas por la Revelación de
Cristo: Dios es Uno y Trino, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Verbo
de Dios, se encarnó en Jesús de Nazareth, al asumir hipostáticamente una
naturaleza humana, y dicha encarnación se verificó por obra y gracia de la
Tercera Persona, el Espíritu Santo, hecho para el cual la Trinidad creó una
mujer concebida en gracia y llena del Espíritu Santo, la Virgen María.
La solidez del pensamiento filosófico y teológico de Santo
Tomás permite por lo tanto llegar a un doble conocimiento de Dios: por la vía
natural, y por la vía sobrenatural, y esto sin ningún tipo de error. Paralelamente,
impide elaborar conceptos erróneos, heréticos y blasfemos acerca de Dios y de
Cristo, Dios encarnado, como los que lamentablemente se vienen sucediendo en
estos últimos tiempos: la negación de la virginidad de María y la divinidad de
Cristo, por el sacerdote jesuita colombiano Alfonso Llano[1], y
la más reciente, la negación de la existencia de Cristo, como lo sostiene
tristemente el sacerdote irlandés dominico Tom Brodie, apartado de su cargo de
enseñanza del Instituto Bíblico Dominico, en su libro: “Más allá de la pregunta
sobre el Jesús Histórico” (“Beyond the Quest for the Hisorical Jesus”)[2].
La especulación filosófica y teológica de Santo Tomás impide
semejantes aberraciones.
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