Vida de santidad.
Murió mártir en Roma en la segunda mitad del siglo III o,
más probablemente, a principios del IV. El papa Dámaso honró su sepulcro con un
poema, y muchos Padres de la Iglesia, a partir de san Ambrosio, le dedicaron
alabanzas[1].
Mensaje de santidad.
El mensaje de santidad de Santa Inés lo resume muy
sabiamente San Ambrosio: “En una sola víctima tuvo lugar un doble martirio: el
de la castidad y el de la fe. Permaneció virgen y obtuvo la gloria del martirio”[2]. Es decir, Santa Inés
obtuvo una doble corona de gloria: la de la castidad y la del martirio. La de
la castidad, porque se rehusó a amar a nadie más que no fuera Nuestro Señor
Jesucristo, despreciando todo tipo de belleza humana o creatural, según sus propias
palabras: “Sería una injuria para mi Esposo esperar a ver si me gusta otro; él
me ha elegido primero, él me tendrá. ¿A qué esperas, verdugo, para asestar el
golpe? Perezca el cuerpo que puede ser amado con unos ojos a los que yo no
quiero”[3]. Santa Inés declara que,
aun a costa de la propia vida terrena, no quiere mancillar su cuerpo con amores
humanos, porque ella ya sabe, al ser iluminada por el Espíritu Santo, que estos
amores son efímeros y pasajeros, mientras que el Amor del Sagrado Corazón es un
Amor eterno, divino, celestial, sobrenatural, que permanece para siempre. La otra
corona de gloria que obtiene Santa Inés es la corona del martirio, porque muere
por el hecho de negarse a rechazar la fe católica en Cristo, que no es la fe de
las otras religiones, como, por ejemplo, la protestante: Santa Inés dio su vida
por el Cristo católico, el Cristo del Credo de Constantinopla, el Cristo de
Nicea, es decir, el Cristo Dios, el Hombre-Dios, el Hijo de Dios encarnado, que
prolonga y continúa su Encarnación en la Eucaristía.
Por estas razones, Santa Inés es ejemplo para los jóvenes
cristianos de nuestros días, porque muestra el camino para ir al Cielo: la
pureza del cuerpo -es mártir de la castidad- y la pureza de la fe -es mártir
por dar testimonio del Cristo católico, no del cristo de la Nueva Era-. En estos
tiempos de densa oscuridad espiritual, en estos tiempos que pueden ser llamados
“la hora de las tinieblas”, en el que las tinieblas parecen haber triunfado por
sobre la luz, Santa Inés resplandece con el esplendor de la luz de la gloria de
Cristo e ilumina el camino desde esta vida al Cielo, objetivo y meta de toda
alma humana.
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