El Día de los Santos Inocentes es la conmemoración de un
episodio hagiográfico del cristianismo: la matanza de los niños menores de dos
años nacidos en Belén (Judea), ordenada por el rey Herodes I el Grande con el
fin de deshacerse del recién nacido Jesús de Nazaret. La Iglesia católica
recuerda este acontecimiento el 28 de diciembre, aunque de acuerdo con el
Evangelio de Mateo, la matanza debió haber sucedido después de la visita de los
Magos al rey Herodes I el Grande (uno o dos días después del 6 de enero),
aunque también la fecha de la adoración de los astrólogos a Jesús no tiene una
fecha dada exactamente en las escrituras. La brutalidad del
episodio está en armonía con el carácter de Herodes, tal como Josefo lo
describió en Antigüedades judías (15.3, 3 § 53-56). Josefo presentó a Herodes
como un ser patológicamente celoso de su poder: varios de sus familiares fueron
asesinados por orden suya, ya que sospechaba que trataban de suplantarlo.
Mensaje de santidad.
Su mensaje de santidad está dado por su testimonio de
Cristo, puesto que murieron a causa de Cristo. La paradoja es que los niños aun
no podían hablar y sin embargo dieron testimonio de Él; no lo conocían
personalmente, pero murieron a causa de Cristo y dando testimonio de Él. Y si
bien murieron, en su mayoría, traspasados por las lanzas, las espadas y las
cuchillas de los esbirros de Herodes, todos, sin excepción, murieron participando,
anticipadamente, de la Pasión de Cristo. Es decir, los niños a los que Herodes
mató, pensando que en ellos mataba a Cristo, son mártires no por sí mismos,
sino porque murieron dando testimonio de Cristo y dieron testimonio de Cristo porque
Cristo los asoció a su Pasión. De otra manera, si no estuvieran asociados, de
alguna manera, a la Pasión de Cristo, no serían mártires. Pero sí lo son,
porque fueron asociados, sin saber hablar aún a causa de su corta edad y sin
conocer personalmente a Cristo, a la Pasión de Cristo: murieron unidos a la
muerte de Cristo en la Cruz y por esa razón es que son mártires y testigos de
Cristo. Sus frágiles cuerpos fueron atravesados, cortados y desmembrados por el
frío y cruel hierro de las armas de los soldados de Herodes y de esa manera
imitaron y participaron de la muerte de Cristo en la Cruz, porque el Cuerpo de
Cristo en la Cruz también fue atravesado por el frío y cruel hierro de los
clavos y luego su Sagrado Corazón fue traspasado por el duro acero de la lanza
del soldado Longinos. Por esta participación en la Pasión, por ser asociados a
la muerte de Cristo, es que los Santos Mártires Inocentes, luego de un breve
período de dolor y muerte en la tierra, viven ahora adorando al Cordero en los
cielos, por toda la eternidad.
En nuestros días, la matanza de los Santos Inocentes no solo
se perpetúa sino que se multiplica, porque cientos de miles de niños por nacer
son asesinados en el vientre de sus madres a causa del aborto. También son
mártires, porque en el fondo, el genocidio del aborto es de causa demoníaca:
detrás del aborto en masa está el demonio, que busca matar a Cristo en sus
imágenes, los niños por nacer y puesto que no le puede hacer nada a Cristo, que
lo venció en la Cruz, descarga su furia homicida en aquellos que son imágenes
vivientes del Hombre-Dios, los niños por nacer. Y puesto que mueren porque el
Demonio persigue a Cristo –como en el episodio del Apocalipsis, en el que el
Dragón persigue a la Mujer con el Niño y ésta con el Niño huyen al desierto-,
mueren asociados a la Pasión de Cristo y así son también mártires que mueren
dando testimonio de Cristo, Creador de la vida y la Vida Increada en sí misma.
Los niños que mueren en los abortorios no conocen a Cristo en esta vida, pero
sí lo conocen apenas pasan de esta vida a la otra y si bien no pueden hablar,
dan testimonio de Él con su muerte silenciosa en el seno de sus madres. Es decir,
sin conocer a Cristo y sin poder hablar de Él, dieron testimonio de Él porque
fueron asociados a su Pasión. Cada niño muerto en el seno de su madre nos
recuerda a Cristo crucificado.
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