San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

lunes, 20 de enero de 2020

San Ildefonso


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          Vida de santidad[1].

San Ildefonso nació en Toledo, España. Estudió en Sevilla bajo San Isidoro; luego entró a la vida monástica y fue elegido abad de Agalia, en el río Tajo, cerca de Toledo y en el año 657 fue elegido arzobispo de esa ciudad. Se caracterizó por unificar la liturgia en España y por escribir abundantes obras importantes, particularmente sobre la Virgen María. El santo tenía una profunda devoción a la Inmaculada Concepción ya desde doce siglos antes de que se proclamara dogmáticamente. Esta devoción a la Virgen fue compensada por la Madre de Dios con numerosos milagros.

Mensaje de santidad.

El Milagro del encuentro con la Virgen: una noche de diciembre, el santo y algunos otros clérigos, fueron a la iglesia, para cantar himnos en honor a la Virgen María. Al entrar, encontraron la capilla brillando con una luz tan deslumbrante, que les llamó mucho la atención y los llenó de temor, por lo que todos huyeron excepto Alfonso y sus dos diáconos. Estos entraron en la capilla y se acercaron al altar. Ante ellos se encontraba la María, la Inmaculada Concepción, sentada en la silla del obispo, rodeada por una compañía de ángeles que entonaban cantos celestiales. Entonces la Virgen María le hizo una seña con la cabeza para que se acercara. Obedeciendo a la orden, el santo se acercó y la Virgen, fijando sus ojos sobre él, le dijo: “Tu eres mi capellán y fiel notario. Recibe esta casulla la cual mi Hijo te envía de su tesorería”. Luego de decir esto, la Virgen misma lo invistió, dándole las instrucciones de usarla solamente en los días festivos designados en su honor. Esta aparición y la casulla fueron pruebas tan claras, que el Concilio de Toledo ordenó un día de fiesta especial para perpetuar su memoria. El evento aparece documentado en el Acta Sanctorum como “El Descendimiento de la Santísima Virgen y de su Aparición”. En la catedral los peregrinos pueden aun observar la piedra en que la Virgen Santísima puso sus pies cuando se le apareció a San Ildefonso.
A nosotros no se nos aparecerá la Virgen para darnos un regalo de la tesorería de Jesús, como la casulla que le regaló a San Ildefonso, pero a pesar de esto, la Virgen hace más por nosotros que por este milagro concedido al santo, porque en vez de una casulla, la Virgen, al ser Mediadora de todas las gracias, intercede continuamente por nosotros para que recibamos las gracias que necesitamos para nuestra eterna salvación y con nuestro nos muestra el inefable amor maternal que la Virgen tiene para con cada uno de nosotros.

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