San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

jueves, 19 de septiembre de 2019

San Andrés Kim Tae Gon y compañeros mártires



Vida de santidad[1].

San Andrés Kim Tae-Gon nació en Solmoe (Corea) en 1821 en una familia noble. Al poco tiempo, comenzó una persecución contra los cristianos, por lo que siendo niño huyó con su familia a Kolbaemasil para evitar la muerte. Su padre, San Ignacio Kim, murió mártir en 1839. Andrés fue bautizado a los 15 años de edad y más adelante ingresó al seminario de Macao (China), recibiendo la ordenación sacerdotal en Shangai (1845), convirtiéndose en el primer sacerdote coreano. Regresó a Corea con la finalidad de facilitar el ingreso de misioneros a su país y pudo ver a su madre, a quien encontró mendigando por comida. Ya en su país se dedicó a difundir la fe, predicando y bautizando a todos los que convertía con sus palabras y testimonio de vida. Toda esta actividad debía realizarla en secreto, para evitar ser descubierto, pues la persecución contra los cristianos no había finalizado.
A pesar de estas medidas de seguridad, fue arrestado al tratar de llevar a Corea a los misioneros franceses que estaban en China. Después de algunos meses en la cárcel, murió decapitado en 1846. Su fiesta se celebra cada 20 de septiembre junto a sus 102 compañeros mártires en Corea. 

Mensaje de santidad.

Además de su vida, su mensaje de santidad está en sus últimas palabras, pronunciadas antes de morir: “Mi vida inmortal está en su punto inicial. Conviértanse al Cristianismo si deseáis la felicidad tras la muerte porque Dios alberga castigo eterno para aquellos que rehusaron conocerle”.
San Andrés está por morir, es decir, su vida terrena está por finalizar, pero él no se refiere a esto, sino a otra vida, que está por comenzar, apenas finalice la vida terrena: “Mi vida inmortal está en su punto inicial”. Esto nos sirve de advertencia para saber que esta vida es pasajera, es sólo una prueba para ganar la vida eterna y que después de esta vida terrena, viene la vida eterna, en donde se juega nuestro destino eterno, Cielo o Infierno. Cuando termina esta vida, no termina todo, sino que comienza la vida eterna.
San Andrés habla también de una “felicidad”, no terrena, sino sobrenatural, para quien se convierta al Cristianismo y esto no porque los asuntos de la tierra marchen sin problemas, sino porque se conoce al Dios de la Alegría, a Dios, que es “Alegría infinita” según Santa Teresa de los Andes y que comunica de su alegría a quien participa de su vida por la gracia.
Otra advertencia que nos hace San Andrés es acerca de la necesidad urgente de la conversión: si no lo hacemos, es decir, si rehusamos voluntariamente convertirnos –que va mucho más allá de simplemente recibir los sacramentos del bautismo, de la Comunión y de la Confirmación-, el Justo Juez Jesucristo tendrá esto en cuenta y dará a cada uno lo que cada uno se merece y lo que se merecen los impenitentes es el “castigo eterno”. Es decir, para quienes voluntariamente se niegan a conocer a Jesucristo, les está reservada una eternidad en el Infierno. De Dios nadie se burla y con Dios no se juega, por lo que es necesario poner todo el empeño en lograr una sincera conversión.
Inicio de la vida eterna al finalizar la vida terrena; felicidad verdadera si el alma se convierte a Cristo; castigo eterno para quien se obstina en su malicia, es parte del mensaje de santidad de San Andrés Kim Tae Gon.

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