Vida de santidad[1].
Nació el año 1568 cerca de Mantua, en Lombardía, hijo de los
príncipes de Castiglione. Su madre lo educó cristianamente y muy pronto dio
indicios de su inclinación a la vida religiosa. Renunció a favor de su hermano
al título de príncipe, que le correspondía por derecho de primogenitura, e
ingresó en la Compañía de Jesús, en Roma. Cuidando enfermos en los hospitales,
contrajo él mismo una enfermedad que lo llevó al sepulcro el año 1591.
Mensaje de santidad.
En la Liturgia de las Horas, tanto en Laudes como en
Vísperas, la Iglesia dice así en la Memoria de San Luis Gonzaga: “Dios nuestro,
fuente y origen de todos los dones celestiales, tú que uniste en San Luis
Gonzaga una admirable pureza de vida con la práctica de la penitencia,
concédenos, por sus méritos e intercesión, que los que no hemos podido imitarlo
en la inocencia de su vida lo imitemos en su espíritu de penitencia. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén”[2].
En estas dos virtudes, la inocencia y la penitencia, radican
la santidad de San Luis Gonzaga, porque la inocencia de vida significa que San
Luis Gonzaga vivió a imitación y participación del Acto de Ser trinitario, que
es Purísimo y es la Inocencia Increada en sí misma; por la vida de penitencia, San
Luis Gonzaga vivió en imitación y participación a la Pasión del Señor, el
Cordero Inocente e Inmaculado, que hizo la máxima penitencia y mortificación
entregando su Vida divina en holocausto por nuestros pecados.
Como pide la Iglesia para nosotros, sus hijos pecadores, en
el día de San Luiz Gonzaga, que si no podemos imitarlo en su inocencia de vida,
al menos lo hagamos en su vida de penitencia, de oración, de humildad, para así
también nosotros poder llegar un día, como él, al Reino de los cielos.
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