San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

jueves, 19 de febrero de 2015

Beato Álvaro de Córdoba

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Dentro de todas sus obras de santidad, que le valieron ganar la vida eterna, se encuentra el ser el precursor de unos de los ejercicios piadosos más practicados por la cristiandad: el Via Crucis. La devoción del Beato Álvaro de Córdoba por la Pasión de Jesús, se encendió con mayor fervor luego de asistir a una peregrinación en Tierra Santa, en donde tuvo oportunidad de recorrer, in situ, el Via Crucis de Nuestro Señor.
Al regreso de esta peregrinación y deseoso de “participar en cuerpo y alma de la Pasión del Salvador” –tal como se pide en la Liturgia de las Horas-, el Beato fundó el convento de Santo Domingo Escalacoeli (Escalera del Cielo), en donde instaló distintos oratorios que reproducían la “vía dolorosa”. Fue en este lugar en donde Nuestro Señor Jesucristo se le apareció como mendigo.
El mismo Beato, que había construido las imágenes que recuerdan la Pasión de Cristo, practicaba esta devoción con todo fervor, amor y piedad. A partir de esta representación, se construyeron otras en otros conventos, constituyéndose en los precursores del actual Via Crucis, el cual obtendrá su forma definitiva, fijada en catorce estaciones, luego de las modificaciones del holandés Adricomio y del P. Daza. Finalmente, será San Leonardo de Porto Mauricio quien contribuirá a su difusión, al llevar la sagrada representación a Italia.
         ¿Cuál es el mensaje de santidad del Beato Álvaro de Córdoba?
         El deseo ardiente de participar de la Pasión de Jesucristo, en cuerpo y alma, puesto que el Via Crucis no es un mero ejercicio de piedad, realizado de forma mecánica y para cumplir una disposición del tiempo de Cuaresma: el Via Crucis, en la intención del Beato Álvaro de Córdoba, es la forma en la que el alma, movida por la gracia, demuestra su deseo de participar de la Pasión de Jesús, sintiéndose atraída por el Amor del Redentor, que por ella carga la cruz, cruz en la que lleva los pecados del mundo para lavarlos con su Sangre y quitarlos definitivamente y así allanar el camino del alma hacia el cielo. La práctica del Via Crucis, iniciada por el Beato Álvaro de Córdoba, no es entonces un simple ejercicio de piedad, reservado para devotos, en un tiempo determinado del año: es la participación, por medio de la oración, y en la medida en que lo permite la pequeñez de nuestra humanidad, en la Pasión salvadora de Jesucristo, Pasión por la cual nuestros pecados son borrados por la Sangre del Cordero y por la cual accedemos al cielo, al recibir su gracia santificante. De esta manera, el Via Crucis, de ejercicio de piedad, pasa a ser una verdadera escalera mística –Escalacoeli- que conduce al cielo. Para eso la ideó el Beato Álvaro de Córdoba, y ése es su principal legado de santidad.

         

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