San Josafat de Polotsk, llamado “mártir de la restauración
de la unión”, luchó y murió en su afán
de conseguir la reconciliación de los que estaban separados de Roma[1];
fue, además de patriota, un católico oriental de espíritu romano y selló con su
sangre su testimonio sobre una de las más notorias características de la
Iglesia fundada por Jesucristo: la Iglesia es una y es católica, es decir, es
universal y está fundada sobre la Piedra que es Pedro, por lo que su gobierno
es jerárquico y vertical y Pedro, el Papa, en cuanto es el obispo de Roma,
posee la autoridad suprema sobre toda la Iglesia, sobre su rama Occidental y sobre su rama Oriental. San Josafat derramó su sangre
dando así testimonio sobre la catolicidad vertical de la Iglesia dentro de la
unidad.
El
martirio de San Josafat se comprende a la luz del gran cisma de Oriente de
julio de 1054, cisma por el que se desprendió de la catolicidad la Iglesia
Oriental luego de la controversia del Filioque:
mientras la Iglesia Occidental sostiene que el Espíritu Santo procede del Padre
y del Hijo (Filioque), la Iglesia de
Oriente sostiene que el Espíritu Santo procede del Padre (y no del Hijo).
San
Josafat era abad del monasterio de Vilna, Lituania. En esa ciudad convivían
católicos latinos fieles a Roma, ortodoxos rusos y católicos orientales de rito
griego. Cuando fue nombrado obispo de Polotsk en 1617, trabajó intensamente por
la unidad de los cristianos, de rito oriental como latino. Su vida de santidad,
sus extremas penitencias, su vida de oración continua, su humildad, su caridad,
le hacían conquistar tantas almas para Cristo, que le valieron el mote de “ladrón
de almas”. Sin embargo, esto le supuso también el granjearse un buen número de
enemigos, los cuales tramaron su muerte, que se llevó a cabo al salir de la
catedral. Al enfrentarse con sus asesinos, San Josafat les dijo así: “Me
buscáis para matarme; en los ríos, en los puentes, en los caminos, en las
ciudades, me ponéis asechanzas. He venido espontáneamente a vosotros para que
sepáis que soy vuestro pastor, y ojalá el Señor me conceda el poder entregar mi
alma por la santa unión, por la Sede de Pedro y sus sucesores los pontífices de
Roma”. Con estas palabras, San Josafat estaba diciendo que ofrecía su vida por
la unidad de la Iglesia y por unidad de los cristianos. De esta manera, imitaba
a Cristo, que reconcilió a judíos y gentiles, con su sacrificio en la cruz,
según la Escritura: “Derribó con su Cuerpo en la cruz el muro de odio que
separaba a judíos y gentiles” (cfr. Ef
2, 14).
Las
palabras de San Josafat impresionaron por unos instantes a sus asesinos, pero
pasados unos minutos, dos de ellos, gritando “¡Muera el papista, muera el
latino!”, se abalanzaron sobre él, lo hirieron con un látigo debajo del ojo
hasta dejarlo sin sentido, y luego lo derribaron en tierra con un hachazo; ya
en el suelo, lo destrozaron de tal forma con palos y puñales, que apenas se
podía reconocer su figura humana, y para ensañarse aún más, descuartizaron el
perro de la casa y mezclaron sus pedazos con la carne maltrecha del cuerpo del
santo. Todavía agonizante, levantó su mano para bendecir a sus asesinos,
pronunciando al mismo tiempo la jaculatoria: “¡Oh Dios mío!”, luego de lo cual,
murió.
Luego
de su muerte, ocurrieron numerosos milagros morales[2] –entre ellos, la conversión de sus asesinos- y
físicos –curaciones de todo tipo[3]-; el
Papa Pío XI declaró a San Josafat Patrón de la Reunión entre Ortodoxos y
Católicos el 12 de noviembre de 1923, III centenario de su martirio[4].
San
Josafat es el mártir del papado: dio su vida, testimoniando con el
derramamiento de su sangre, las palabras de Jesús: “Tú eres Pedro, y sobre esta
piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16,
18). San Josafat testimonió con su sangre que la Iglesia está fundada sobre
Pedro, así como Pedro está fundado sobre Cristo y sobre el Espíritu Santo. Por lo
tanto, el verdadero ecumenismo, es precisamente éste: dar testimonio de que la
Única Iglesia de Jesucristo es la Iglesia Católica y que como tal, posee la
totalidad de la Verdad Revelada y que Pedro, el Vicario de Cristo, posee la
suprema autoridad sobre toda la Iglesia, sobre la Iglesia de Occidente y sobre la Iglesia de Oriente.
[1] Los rutenos. La Iglesia greco-católica rutena o Iglesia católica bizantina rutena es
una de las Iglesias orientales católicas sui iuris en
plena comunión con la Santa Sede de
la Iglesia católica.
Actualmente se encuentra dividida en tres jurisdicciones independientes entre
sí aunque se considera al eparca de Mukachevo como el primado de honor de la iglesia rutena, pero
sin ninguna autoridad sobre las otras. Cfr. http://es.wikipedia.org/wiki/Iglesia_cat%C3%B3lica_bizantina_rutena
[2] http://www.mercaba.org/SANTORAL/Vida/11/11-12_S_josafat.htm
[3] http://www.mercaba.org/SANTORAL/Vida/11/11-12_S_josafat.htm
[4] http://www.corazones.org/santos/josafat.htm
No hay comentarios.:
Publicar un comentario