Nació en Cesárea de Capadocia, alrededor del
año 330 en una familia de santos, que vivía en un clima de profunda
fe. Es uno de los tres Padres Capadocios, y es considerado como el Padre del
monasticismo oriental.
Estudió con los mejores
maestros de Atenas y Constantinopla, y llegó a adquirir una gran cultura. A
pesar de este brillo y éxito intelectual en los ambientes mundanos, al darse
cuenta de que había perdido mucho tiempo en vanidades, él mismo confiesa: “Un
día, como despertando de un sueño profundo, me dirigí a la admirable luz de la
verdad del Evangelio…, y lloré sobre mi miserable vida”[1].
El proceso de conversión lo
lleva no solo a desviar su mirada del mundo, sino a ser atraído por Cristo, el
único para el cual tiene ojos y al único
al cual escucha, según sus palabras[2].
Se dedicó a la vida
monástica en la oración, en la meditación de las Sagradas Escrituras y de
los escritos de los Padres de la
Iglesia y en el ejercicio de la caridad[3],
siguiendo también el ejemplo de su hermana, santa Macrina, quien ya vivía el
ascetismo monacal. Después fue ordenado sacerdote y, por último, en el año 370,
consagrado obispo de Cesarea de Capadocia, en la actual Turquía[4].
El mensaje que San Basilio
nos deja, con su ejemplar vida cristiana, es el enseñarnos a ser cristianos,
principalmente para quienes vivimos en un mundo materialista, hedonista, y
profundamente egoísta, en donde la acumulación de bienes importa más que el
prójimo; en donde Cristo, el Hombre-Dios, es rebajado a un personaje de
fantasía, y en donde el Espíritu Santo es un animador de misas convertidas en
celebraciones mundanas.
Frente al materialismo
individualista y egoísta de nuestro tiempo, que lleva a querer poseer cada vez
más bienes materiales, de modo avaro y codicioso, San Basilio nos enseña cómo
debe ser nuestra caridad para con los pobres. En una de cartas ellas, anticipa
aquello que sería la Doctrina Social
de la Iglesia :
“¿A quién he perjudicado, dices tú, conservando lo que es mío? Dime,
sinceramente, ¿qué te pertenece? ¿De quién recibiste lo que tienes? Si todos se
contentaran con lo necesario y dieran el resto a los pobres, no habría ni ricos
ni pobres”.
En otra carta, se dirige
duramente, tratándolos de ladrones, a los cristianos que, de modo egoísta, no
comparten sus bienes con los más necesitados: “Óyeme cristiano que no ayudas al
pobre: Tú eres un verdadero ladrón. El pan que no necesitas le
pertenece al hambriento. Los vestidos que ya no usas le pertenecen
al necesitado. El calzado que ya no empleas le pertenece al
descalzo. El dinero que gastas en lo que no es necesario es un robo
que le estás haciendo al que no tiene con qué comprar lo que
necesita. “Si pudiendo ayudar no ayudas, eres un verdadero ladrón”.
Frente a las sectas, que
desde dentro y fuera de la
Iglesia intentan destruir la verdad acerca de la divinidad de
Jesucristo, rebajándolo a un simple hombre, San Basilio combatió a los herejes,
quienes negaban que Jesucristo fuera Dios como el Padre[5].
Frente a quienes rebajan al
Espíritu Santo a un animador de encuentros, defiende su divinidad: afirmó que
también el Espíritu Santo es Dios y “tiene que ser colocado y glorificado junto
al Padre y el Hijo”[6].
Por este motivo, Basilio es uno de los grandes padres que formularon la
doctrina sobre la Trinidad :
el único Dios, dado que es Amor, es un Dios en tres Personas, que forman la
unidad más profunda que existe, la unidad divina.
Finalmente San Basilio nos
enseña también cómo debe ser nuestra muerte: muere, en el año 379, según sus
mismas palabras, “con la esperanza de la vida eterna, a través de Jesucristo,
nuestro Señor”[7].
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