María, Jesús, José. La Sagrada Familia de Nazareth.
Una madre, un Hijo, un padre. Al parecer, una familia como tantas otras, pero a
la cual la Iglesia
propone para la contemplación e incluso para la imitación en sus virtudes, tal
como lo dice en el Misal Romano, en la Fiesta de la Sagrada Familia: “Dios, que nos
haces contemplar a la Familia
de Nazareth, haz que podamos imitar sus virtudes”.
Las virtudes a imitar de la Familia de Nazareth son
innumerables: María es una madre que cuida con todo amor a su Hijo Jesús, y así
es ejemplo para toda madre con respecto a sus
hijos. ¿Cuántas madres no abandonan a sus hijos a su propia suerte, y
los dejan vagar por el mundo, a la deriva, sin preocupare por ellos? Está
comprobado que un gran porcentaje de la criminalidad se origina por no
encontrar los hijos en los padres el cariño, el cuidado, el amor y el respeto
que les deben los padres, y en primer lugar las madres, a sus hijos.
En este sentido, María
Santísima es ejemplo insuperable de dedicación y amor a su Hijo Jesús: no lo
abandona en ningún momento, no duda en abandonar su hogar y huir a tierras
lejanas, a Egipto, para salvar la vida de su Hijo, amenazada por Herodes; María
cuida de Él con el amor solícito de madre, desde el preparar la merienda, algo
sencillo y simple -así como una madre amasa el pan y prepara la merienda para
sus hijos, con leche, pan y miel, así hace María con su Hijo Jesús, que en el
misterio es Niño y es Dios al mismo tiempo, y necesita de la merienda de María,
hecha de panes caseros y de miel, servidos con el amor infinito de la Madre de Dios-, hasta ser
capaz del sacrificio más extremo, doloroso y duro, como el ofrecer a su Hijo
Jesús en la cruz, para la salvación del mundo. María es ejemplo de amor
insuperable de una madre hacia sus hijos, tanto en las cosas sencillas y
simples de todos los días, como en los acontecimientos más dolorosos, como es
la muerte de un hijo. No hay dolor más grande para una mujer como el dolor de
la pérdida de un hijo, y en esto María es ejemplo insuperable. María es ejemplo
en el amor y en el dolor: es ejemplo para las madres que aman a sus hijos, y es
ejemplo para las madres que han perdido a sus hijos, porque su Hijo murió en la
cruz, y el dolor de esta pérdida la sufrió María en su corazón, para consolar a
todas las madres del mundo que pierden a sus hijos.
Jesús es ejemplo de amor, de
obediencia, de sumisión filial y piadosa hacia los padres, es decir, es ejemplo
de una sumisión no provocada por el temor, sino por el respeto y el amor
piadoso, que es el amor de hijo y no amor de esclavo o de extraño en su propia
casa. ¿Cuántos hijos tienen padres excelentes en todo sentido, y no saben
aprovechar ese don que Dios les concede, faltándoles en todo, desde el levantar
la voz hasta el abandonarlos en sus necesidades?
José es ejemplo de amor
casto y puro hacia María y, si bien amó a María con un amor de hermano,
puramente fraternal, pues era esposo suyo pero fue siempre Virgen, es por este
amor casto que profesó a María, ejemplo de amor virtuoso –casto, puro, fiel- de
todo esposo hacia su esposa. ¿Cuántos esposos, en la dura lucha cotidiana, no
saldrían triunfantes de sus luchas, si tuvieran en José, que ama a María con
amor casto, el patrón y protector?
La Iglesia nos pide entonces
que contemplemos a la Sagrada Familia
como modelo de toda virtud, pero podríamos preguntarnos: ¿Cuál es el motivo por
el cual la Iglesia
nos propone contemplar a esta Familia de Nazareth?
¿No
podrían haber otras familias, igualmente santas y buenas para contemplar e
imitar? ¿Por qué la Familia
de Nazaret?
El motivo es que no es una
familia más, porque la Familia
de Nazaret esconde un misterio insondable, incomprensible, el misterio absoluto
de Dios Uno y Trino que se revela en ella y por ella.
El motivo es que en esta
familia todo es santo: la Madre Virgen,
el Hijo Dios, el padre virgen. La
Madre es María Santísima, la Madre de Dios; el Hijo es Dios Hijo, Fuente
Increada de la santidad; el padre es un padre adoptivo, casto y santo.
No es
una familia más, porque toda la
Familia contiene y refleja la santidad, la pureza y la
perfección del Ser divino; es como si Dios Uno y Trino quisiera manifestarse
visiblemente a través de esta Familia de Nazareth. Es lo que se deduce de las
palabras de Juan Pablo II al referirse a la Sagrada Familia: “María, Jesús,
José; he aquí la Trinidad
terrena entre nosotros”. Juan Pablo II llama a la Sagrada Familia “Trinidad
terrena”, pero no en un sentido figurado, sino porque realmente Dios Uno y
Trino se manifiesta en y a través de esta Familia de Nazareth, de diversos
modos: en María, inhabita la
Persona del Espíritu Santo; el Niño Jesús es la Segunda Persona de la Trinidad, Dios Hijo; José
es hecho partícipe por Dios Padre de su paternidad, concediéndole la gracia de
una paternidad, casta, pura y santa, una paternidad adoptiva y espiritual de su
Hijo eterno encarnado.
Es
decir, la Familia
de Nazareth es santa porque Dios Uno y Trino, Fuente de la santidad y la
santidad en sí misma, vive y se refleja en y a través de la Familia de Nazareth.
Esta
familia está compuesta por seres humanos como María y José, y por el Niño Dios,
Jesús, y por esto la
Sagrada Familia de Nazareth parece una más entre otras: una
Madre, un padre, un Hijo; pero no es una familia más, porque en esta Familia
todo lo humano se diviniza y al mismo tiempo se convierte en irradiación de lo divino: María es la Madre de Dios; su humanidad
casta y pura se diviniza por la inhabitación del Espíritu Santo, que la
convierte en la Madre
de Dios, y la Presencia
de su Hijo en Ella hace de María el primer cáliz de la Redención; Jesús es el
Niño Dios, Dios hecho Niño sin dejar de ser Dios; su Humanidad santísima se
vuelve Tabernáculo de Dios Hijo, la Segunda
Persona de la
Trinidad, que asume la Humanidad de Jesús en el seno virgen de María;
José es el padre virgen , casto y puro, que ama con amor santo, puro y
fraternal, a María, y con amor santo y puro a su Hijo adoptivo, que es Dios
Hijo; José es el padre santo y adoptivo del Hijo eterno de Dios Padre.
Todo
lo humano en la Familia
de Nazareth se diviniza, porque se une a lo divino: el Espíritu Santo inhabita
en María; la Segunda Persona
de la Trinidad
asume la Naturaleza
humana del Niño de Belén, Jesús; la gracia, que proviene del Padre Eterno,
llena el alma del padre adoptivo José, comunicándole la gracia de la
paternidad.
En la Familia de Nazareth todo
se vuelve santo al contacto con lo divino, pero también irradia lo divino y
santo: del seno purísimo de María surge, como el rayo de sol atraviesa el
cristal límpido, el Hijo eterno del Padre; Jesús, Niño Dios, Segunda Persona de
la Trinidad,
es la Fuente Increada
de la Ggacia
divina; José, padre virgen y adoptivo, es el modelo a imitar para todo padre
que desee ser santo.
Porque
todo lo humano se diviniza y se vuelve irradiación de la gracia divina, la Familia de Nazareth es la
primera Iglesia, la Iglesia
doméstica: María es figura de la
Iglesia y primer Tabernáculo y primer cáliz de Dios Hijo
encarnado; Jesús es el Pan de Vida eterna, que surge del seno de María así como
surge del seno virgen de la
Iglesia el Pan de Vida eterna, Jesús Eucaristía; José, que es
el padre virgen, que ama con amor fraterno, con amor de hermano, a María, y con
amor de padre a su Hijo adoptivo Jesús, es el modelo de todo sacerdote y de
todo amor sacerdotal para todo sacerdote de la Iglesia que desee ser
santo.
La Sagrada Familia es la Primera Iglesia, la Iglesia doméstica, y
germen y embrión de la Iglesia Universal:
María y José donan a su Hijo Jesús como Pan bajado del cielo y como Cordero del
sacrificio, que se inmola en la cruz para la salvación del mundo; la Iglesia, como María, y el
sacerdocio ministerial, como José, donan a Jesús Eucaristía como Pan bajado del
cielo y como Cordero del sacrificio que se inmola sacramentalmente en el altar
eucarístico.
Porque
dona a su Hijo, Fuente Increada de la Gracia Increada, la Sagrada Familia es la Fuente de la santidad para
toda familia humana y para toda la
Iglesia, Familia de las familias de Dios.
Porque
la Sagrada Familia
es fuente de santidad para toda familia, es que la Iglesia nos la presenta no
solo para que la contemplemos y para que imitemos sus virtudes, sino para que
la santidad de Dios Uno y Trino que brota de esta Familia de Nazareth inunde
todas y cada una de las familias humanas.