San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

miércoles, 15 de mayo de 2024

San Matías, Apóstol

 



Vida de santidad.

En el calendario tradicional de la Iglesia, antes del Vaticano II, la fiesta de San Matías se celebraba el 24 de febrero. En 1969, su fiesta se trasladó al 14 de mayo para que se celebrara fuera de la Cuaresma y más cerca de la Solemnidad de la Ascensión[1]. San Matías se convirtió en Apóstol es cuando fue elegido por sorteo por los Apóstoles después de considerar necesario reemplazar a Judas Iscariote. Al tomar una decisión sobre a quién elegir para reemplazar a Judas Iscariote después de su muerte, los 11 Apóstoles restantes propusieron dos candidatos que cumplían con los requisitos: José llamado Barsabás (quien también era conocido como Justo) y Matías. Oraron para que el Señor les mostrara a cuál de los dos había escogido para la misión, y echaron suertes sobre los dos hombres; “la suerte cayó sobre Matías; y fue inscrito con los once apóstoles” (Hechos 1:26). Esta fue la última vez que se echaron suertes para tomar una decisión ya que, después de Pentecostés, el Espíritu Santo los guiaría en sus decisiones. Aunque no se sabe con certeza cómo murió San Matías, la tradición sostiene que fue martirizado por su fe, como muchos de los otros Apóstoles. Se cree que fue apedreado y luego decapitado y es por esta razón que se lo representa con un hacha, el instrumento de su martirio. También según la Tradición, predicó primero en Judea y luego en otros países. Los griegos sostienen que evangelizó la Capadocia y las costas del Mar Caspio, que sufrió persecuciones de parte de los pueblos bárbaros donde misionó y obtuvo finalmente la corona del martirio en Cólquida, el cual según sostienen los relatos griegos fue mediante la crucifixión[2]

Mensaje de santidad.

San Matías es el santo patrono de los sastres, los que tienen viruela, los carpinteros y los que luchan contra el alcoholismo y la razón de este último patronazgo es que Clemente de Alejandría afirma que se distinguió por la insistencia con que predicaba la necesidad de mortificar la carne para dominar la sensualidad. Esta lección la había aprendido del mismo Jesucristo. Clemente de Alejandría (Strom., III, 4) registra una frase que se atribuye a San Matías en la que dice “debemos combatir nuestra carne, no valorarla, y no concederle nada que pueda halagarla, sino aumentarla. El crecimiento de nuestra alma por la fe y el conocimiento.” La naturaleza de este dicho y su estímulo para crecer en autodominio y virtud es probablemente la razón por la que se atribuye a San Matías ser uno de los santos patronos de quienes luchan contra el alcoholismo.

         San Matías Apóstol nos deja entonces un triple mensaje: escuchar la Voz de Dios, Nuestro Señor Jesucristo y ponerla en práctica, dando testimonio del Salvador hasta dar la vida; su martirio, por el cual demuestra que este testimonio no es solo de palabras, sino hasta el derramamiento de sangre; por último, con sus palabras acerca de la lucha ascética del espíritu -ayudado por la gracia- contra la carne, para evitar caer en la concupiscencia, nos muestra el camino hacia la santidad, un camino que no es otro que el Camino Real de la Cruz, el Via Crucis, que es a su vez lo que dice el libro de Job: “Lucha es la vida del hombre en la tierra”, lucha ante todo espiritual, para mantener el alma alejada del pecado y de las ocasiones de caer y en estado de gracia, para así poder recibir ya desde la tierra el Tesoro de los tesoros, el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús.

 

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