Vida de
santidad[1].
Nació
en la región de Darfur, en Sudán, y se cree que nació en 1869. Vivió su infancia con sus padres, tres
hermanos y dos hermanas, una de ellas su gemela, hasta el momento de ser secuestrada
por los esclavistas. Siendo
aún niña, fue raptada y vendida en diversos mercados africanos de esclavos,
sufriendo dura cautividad. Fue comprada por una familia italiana, quien la
liberó y la crió como hija propia. Fue bautizada y luego ingresó en el
Instituto de Hijas de la Caridad (Canosianas), y pasó el resto de su vida en
Schio, en el territorio italiano de Vicenza, entregándose a Cristo y al
servicio del prójimo en cuerpo y alma, pues virgen de cuerpo y alma. Falleció
en el año 1947. Fue beatificada el 17 de mayo de 1992 por S.S. Juan Pablo
II y canonizada por el mismo Santo Padre el 1 de octubre de 2000.
Mensaje
de santidad.
El
nombre “Bakhita” significa “afortunada”; luego, al recuperar la libertad y ser
bautizada, recibió el nombre de Josefina. cuento su propia experiencia al
encontrarse con los buscadores de esclavos. Cuando aproximadamente tenía nueve
años, paseaba con una amiga por el campo y vimos de pronto aparecer a dos
extranjeros, de los cuales uno le dijo a mi amiga: ´Deja a la niña pequeña ir
al bosque a buscarme alguna fruta. Mientras, tú puedes continuar tu camino, te
alcanzaremos dentro de poco´. El objetivo de ellos era capturarme, por lo que
tenían que alejar a mi amiga para que no pudiera dar la alarma. Sin sospechar
nada obedecí, como siempre hacía. Cuando estaba en el bosque, me percaté que
las dos personas estaban detrás de mí, y fue cuando uno de ellos me agarró
fuertemente y el otro sacó un cuchillo con el cual me amenazó diciéndome: “Si
gritas, ¡morirás! ¡Síguenos!”. Su cuarto amo fue el peor en sus humillaciones y
torturas. Cuando tenía unos 13 años fue tatuada, le realizaron 114 incisiones y
para evitar infecciones le colocaron sal durante un mes. Ella cuenta en su
biografía: “Sentía que iba a morir en cualquier momento, en especial cuando me
colocaban la sal”. Así imitó y participó de la dolorosa flagelación de Nuestro
Señor Jesucristo, ofreciendo sus dolores y humillaciones por su propia conversión,
la de sus captores, la de sus seres queridos y la de todo el mundo. El
comerciante italiano Calixto Leganini compró a Bakhita en 1882. Era el quinto
amo. Ella escribe: "Esta vez fui realmente afortunada porque el nuevo
patrón era un hombre bueno y me gustaba. No fui maltratada ni humillada, algo
que me parecía completamente irreal, pudiendo llegar incluso a sentirme en paz
y tranquilidad". Leganini se vio en la obligación de dejar Jartum, tras la
llegada de tropas Mahdis. Bakhita quiso seguir con su amo cuando este se fue a
Italia con su amigo Augusto Michieli. La esposa de Michieli los esperaba en
Italia y quiso quedarse con uno de los esclavos que traían por lo que se le dió
a Bakhita. Bakhita y Minnina ingresaron al noviciado del Instituto de las
Hermanas de la Caridad en Venecia. Esta congregación, fundada en 1808, es mas
conocida como Hermanas de Canossa.
Fue
en el Instituto que Bakhita conoció de verdad a Cristo y que “Dios había
permanecido en su corazón”, por lo que le había dado fuerzas para poder
soportar la esclavitud, “pero recién en ese momento sabía quién era”. Recibió
al mismo tiempo el bautismo, la primera comunión y la confirmación, el 9 de
enero de 1890, por manos del Cardenal de Venecia. Tomó el nombre cristiano de
Josefina Margarita Afortunada.
Al
ser bautizada expresó: “¡Aquí llegué a convertirme en una de las hijas de Dios!”.
Se dice que no sabía cómo expresar su gozo y en su biografía cuenta que en el
Instituto conoció cada día más a Dios, “que me ha traído hasta aquí de esta
extraña forma”. El 7 de diciembre de 1893, a los 38 años de edad profesó en la
vida religiosa. Bakhita fue trasladada a Venecia en 1902, donde trabajó
limpiando, cocinando y cuidando a los más pobres. Nunca realizó milagros ni
fenómenos sobrenaturales, pero tenía fama de santidad. Siempre fue modesta y
humilde, mantuvo una fe firme en su interior y cumplió siempre sus obligaciones
diarias. Luego de la publicación de sus memorias, se hizo muy conocida y
viajaba por toda Italia dando conferencias y recogiendo fondos para su
congregación.
Aunque
la salud de Bakhita se fue debilitando hacia sus últimos años y quedó con mucho
dolor en silla de ruedas, no dejó de viajar. Falleció el 8 de febrero de 1947
en Schio, siendo sus últimas palabras: “Madonna! Madonna!”, que en italiano
significa “Virgen, Virgen”. Eso significa que, en el momento de morir, antes de
pasar de esta vida a la otra, vio a la Virgen María en Persona, como anticipo
de lo que habría de continuar viéndola, venerándola y amándola por toda la
eternidad, por haber sido fiel a Nuestro Señor Jesucristo y por haber
demostrado virtudes como el perdón cristiano, la humildad y la misericordia.
Miles
de personas fueron a darle el último adiós, expresando así el respeto y
admiración que sentían hacia ella. Fue velada por tres días, durante los
cuales, según cuenta la gente, sus articulaciones aún permanecían calientes y
las madres cogían su mano para colocarla sobre la cabeza de sus hijos. Josefina
se recuerda con veneración en Schio como “Nostra Madre Moretta”, es decir, “Nuestra
Madre Morena.
El
Papa reconoció que ella transmitió el mensaje de reconciliación y misericordia.
Ella sufrió graves males en manos de algunos cristianos, pero su corazón no se
cerró. Supo perdonar a los que la ultrajaron y descubrir que aquellos agravios,
aunque cometidos por cristianos, son contrarios al camino de Jesús. Gracias a
las religiosas encontró el verdadero rostro de Cristo y entró en Su Iglesia.
Nada, ni los malos ejemplos, nos puede apartar del amor de Dios cuando le
permitimos reinar en nuestro corazón. Bakhita nos deja este maravilloso
testamento de perdón por amor a Cristo: “Si volviese a encontrar a aquellos
negreros que me raptaron y torturaron, me arrodillaría para besar sus manos
porque, si no hubiese sucedido esto, ahora no sería cristiana y religiosa”. Muchas
veces nuestros prójimos nos ofenden y nosotros no somos capaces de perdonar mínimamente;
peor aún, guardamos enojo y rencor durante años; en este sentido, Bakhita es
ejemplo de cómo perdonar al prójimo -los secuestradores que la hicieron sufrir
terriblemente en cuerpo y alma- con el mismo perdón de Jesucristo. Otro ejemplo
que nos deja Bakhita es su comprensión y agradecimiento de lo que significan
tanto la Providencia de Dios, que del mal saca un bien infinito -de su captura
obtuvo su filiación divina por el Bautismo- y del valor inestimable de la
gracia bautismal, que de simples creaturas, nos convierte en hijos adoptivos de
Dios. Al recordarla en su día, le pidamos a Santa Bakhita que interceda para que
también nosotros sepamos perdonar con el perdón y el amor de Cristo a quienes
nos ofenden y para que sepamos agradecer, postrados en tierra, todos los días,
el don inestimable de la gracia, que por el bautismo nos ha convertido en hijos
adoptivos de Dios.
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