San José es, luego de Nuestro
Señor Jesucristo y de la Santísima Virgen María, el más grande santo de los
santos de la Iglesia Católica. En San José se demuestran el poder, la
omnipotencia y la sabiduría divina de la Santísima Trinidad, que colmó a San
José con tantos dones y gracias, regalos y bendiciones del Cielo, que lo hizo
merecedor de la eterna bienaventuranza en el Reino de Dios con los más altos
grados de gloria divina, además de confiarle aquí en la tierra a los dos
tesoros más preciados de la Santísima Trinidad: Jesús y María Santísima.
Debido a su gran santidad y a
la inmensidad de dones y gracias con los que fue colmado, San José fue el
elegido por Dios Uno y Trino para custodiar, aquí en la tierra, a los dos
tesoros más grandes que la Humanidad haya podido jamás imaginar, Nuestro Señor
Jesucristo y la Madre de Dios.
San José fue, para Nuestro
Señor Jesucristo, un modelo insuperable de padre, aun no siendo él el padre
biológico de Jesús -el Padre natural de Jesús es Dios Padre, de Quien procede
Jesús desde la eternidad-, sino el padre adoptivo de Jesús. En efecto, Jesús
era Dios Hijo encarnado y por lo tanto, no hubo acción alguna de varón en su
concepción milagrosa y virginal, siendo sus cromosomas paternos creados en el
momento mismo de la Encarnación.
San José cumplió a la
perfección el rol pedido por Dios Padre, esto es, que fuera el padre sustituto,
en la tierra, de su Hijo, la Segunda Persona de la Trinidad encarnada. Así, San
José fue padre sustituto de Jesús, reemplazando a Dios Padre y participando de
la Divina Paternidad, educando, criando, alimentando y proveyendo de todo lo
necesario para su Hijo adoptivo Jesús. Lo recibió como a Dios Hijo, luego del
anuncio del Ángel Gabriel en sueños; lo protegió con su vida, guiando a la
Sagrada Familia de Nazareth a Egipto, para ponerlo a salvo de quienes querían
matar a su Hijo; a su regreso a Nazareth, muerto ya Herodes, cuidó de su Hijo
adoptivo, Quien era al mismo tiempo su Dios, el Dios que lo había creado, con
un amor viril y paterno, hasta el día de su muerte.
Por eso San José es Patrono
de los padres de familia, de los padres varones, porque les enseña cómo cuidar
a los hijos que Dios pone en la vida para ser educados. San José es modelo y
Patrono de los Adoradores de Jesús Eucaristía, porque si bien él cuidaba de su
Hijo Jesús, al mismo tiempo lo adoraba porque iluminado por el Espíritu Santo,
veía en el Niño Jesús a Dios Hijo encarnado y lleno de asombro, al mismo tiempo
que cuidaba de su Hijo, lo adoraba como a su Dios.
San José es modelo ejemplar
de esposo casto y providente, porque si bien estaba desposado con la Virgen
María, este desposorio era meramente legal, ya que vivían como hermanos y jamás
de los jamases hubo entre San José y María Santísima trato al estilo esponsal,
porque la Virgen era y es, por toda la eternidad, Virgen, porque así lo dispuso
la Santísima Trinidad y así lo exigía su condición de ser Virgen y Madre de
Dios.
San José vivió toda su vida
solamente para dedicarse pura y exclusivamente a su Esposa legal, la Virgen y a
su Hijo adoptivo, Jesús y por eso es modelo insuperable de santidad para todo
esposo cristiano y para todo padre cristiano, que desee santificarse en la vida
familiar.
Por último, San José es
Patrono del Buen Sueño, ya que todas las indicaciones de la Trinidad las
recibió por medio del ángel que, por disposición divina, le daba las
indicaciones en el sueño y por eso es a él a quien debemos encomendar nuestro
descanso, para que aun en el sueño glorifiquemos a la Santísima Trinidad.
También es Patrono de la
Buena Muerte, porque según la Tradición, San José murió antes de que Jesús
comenzara su predicación pública y murió entre los brazos de Jesús y María y no
hay muerte más hermosa que la de morir acompañado por los Sagrados Corazones de
Jesús y María.
Por todos estos motivos y
muchos más, la Santa Iglesia Católica se alegra al celebrar al Padre adoptivo
de Jesús y Esposo meramente legal de María Santísima, San José y a él le
encomienda todos sus hijos, para que por su intercesión todos se salven y,
junto a San José y a la Virgen, adoren al Cordero en esta vida y por toda la
eternidad.
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