En la Sagrada Escritura se
dice que “quien encuentra un amigo, encuentra un tesoro”. Y también en la
Sagrada Escritura, se nos dice quién es ese tesoro que podemos encontrar: ese
tesoro es Jesús, porque Él nos ofrece su amistad. En la Última Cena, Jesús nos
dice: “Ya no os llamo siervos, sino amigos”. Santa Teresa de Ávila, habiendo leído
la Sagrada Escritura, aceptó el amor de amistad que le ofrecía Jesús y así tuvo
a Jesús por su Amigo Fiel, el Amigo que nunca abandona. Ella dice así: “Con
tan buen amigo presente -nuestro Señor Jesucristo-, con tan buen capitán, que
se puso en lo primero en el padecer, todo se puede sufrir. Él ayuda y da
esfuerzo, nunca falta, es amigo verdadero”[1].
Dice Santa Teresa de Ávila
que Jesús es “Amigo verdadero”, que “nunca falla” y que nos “ayuda y nos da
fuerzas” y que con Él “todo se puede sufrir”.
También nos dice la Santa que
no debemos buscar otro camino que no sea Jesús; que Él es la única puerta por
la que debemos entrar -al Reino de los cielos- y que a través de Él obtendremos
todos los bienes espirituales que necesitamos para salvar el alma[2].
También dice la Santa que es
bienaventurado, es decir, feliz, dichoso, quien encuentra la amistad de Jesús,
quien acepta la amistad que Jesús le ofrece y pone todo de su parte para permanecer
en la amistad de Cristo, que a nosotros se nos ofrece sobre todo por la fe, por
el amor y por los sacramentos, la Confesión y la Sagrada Eucaristía y que los
grandes santos de la Iglesia han tenido siempre por Amigo Fiel a Nuestro Señor
Jesucristo.
Por último, la Santa dice que,
así como Cristo obró en nosotros nuestra salvación por amor y solo por amor, a
ese amor de Cristo le debemos corresponder con el amor, como dice el dicho: “Amor,
con amor se paga”. Y así, con el Amor de Cristo Eucaristía en el corazón, todo
será fácil, aun las tribulaciones y las cruces, porque Él las sufrirá por nosotros.
“Quien encuentra un amigo, encuentra
un tesoro”, dice la Escritura. Nuestro tesoro es Cristo Eucaristía y ahí nos
ofrece Jesús su Amor de amistad. Recibamos a Jesús en la Eucaristía, con un
corazón purificado por el Sacramento de la Confesión y Jesús será nuestro Amigo
Fiel, nuestro tesoro más valioso, para toda la vida.
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