Si bien en Argentina San Cayetano es Patrono del pan y del trabajo, su
intercesión como santo en los cielos trasciende estas características, de
manera tal que podemos decir que, desde el cielo, San Cayetano intercede para
que Cristo nos conceda algo mucho más grandioso que el pan material y el
trabajo de cada día. Esto se desprende de sus cartas, escritas por él antes de
su muerte. En una de ellas, titulada “Cristo habite por la fe en nuestros corazones”[1],
dice así el santo: “Yo soy pecador y me tengo en muy poca
cosa, pero me acojo a los que han servido al Señor con perfección, para que
rueguen por ti a Cristo bendito y a su Madre; pero no olvides una cosa: todo lo
que los santos hagan por ti de poco serviría sin tu cooperación; antes que nada
es asunto tuyo, y, si quieres que Cristo te ame y te ayude, ámalo tú a él y
procura someter siempre tu voluntad a la suya, y no tengas la menor duda de
que, aunque todos los santos y criaturas te abandonasen, él siempre estará
atento a tus necesidades”. El santo responde a una persona que le pide que rece
por alguna intención particular; el santo le responde que él rezará y pedirá la
intercesión de los santos para que ellos rueguen ante Cristo y la Virgen por la
intención que esa persona le pide, pero al mismo tiempo le advierte que si esta
persona no pone de su parte para entablar una relación personal con Cristo, de
nada servirán las oraciones y que es necesario que esta persona anteponga la
voluntad de Cristo a la suya; de esa manera, Cristo estará siempre atento a sus
necesidades. De la misma manera nosotros, como cristianos, debemos decirle a
Cristo: “Que se haga Tu voluntad en mi vida y no la mía” y luego cargar la cruz
de cada día y seguirlo por el Camino Real de la Cruz, el Via Crucis.
Luego
dice el santo: “Ten por cierto que nosotros somos peregrinos y viajeros en este
mundo: nuestra patria es el cielo; el que se engríe se desvía del camino y
corre hacia la muerte. Mientras vivimos en este mundo, debemos ganarnos la vida
eterna, cosa que no podemos hacer por nosotros solos, ya que la perdimos por el
pecado, pero Jesucristo nos la recuperó. Por esto, debemos siempre darle
gracias, amarlo, obedecerlo y hacer todo cuanto nos sea posible por estar
siempre unidos a él”. Le recuerda que esta vida terrena es pasajera y que es
una prueba para ganarnos la vida eterna; además, no podemos ganarla por
nosotros mismos, a causa de nuestros pecados y que sólo podemos hacerlo
auxiliados por la gracia de Cristo y que esta es la razón por la cual debemos
amarlo y obedecerlo y evitar todo lo pecaminoso que nos separe de Él.
Acto
seguido, San Cayetano anima a la persona a alimentarse del Pan de Vida eterna,
Cristo Eucaristía pero para poder recibirlo correctamente, se debe trabajar en
el alma para que esté siempre en gracia y en este trabajo nos auxilia la Madre
de Dios, la Virgen María: “Él se nos ha dado en alimento (en la Eucaristía):
desdichado el que ignora un don tan grande; se nos ha concedido el poseer a
Cristo, Hijo de la Virgen María, y a veces no nos cuidamos de ello; ¡ay de
aquel que no se preocupa por recibirlo! Hija mía, el bien que deseo para mí lo
pido también para ti; mas para conseguirlo no hay otro camino que rogar con
frecuencia a la Virgen María, para que te visite con su excelso Hijo; más aún,
que te atrevas a pedirle que te dé a su Hijo, que es el verdadero alimento del
alma en el Santísimo Sacramento del altar. Ella te lo dará de buena gana, y él
vendrá a ti, de más buena gana aún, para fortalecerte, a fin de que puedas
caminar segura por esta oscura selva, en la que hay muchos enemigos que nos
acechan, pero que se mantienen a distancia si nos ven protegidos con semejante ayuda.
Hija mía, no recibas a Jesucristo con el fin de utilizarlo según tus criterios,
sino que quiero que tú te entregues a él, y que él te reciba, y así él, tu Dios
salvador, haga de ti y en ti lo que a él le plazca. Éste es mi deseo, y a esto
te exhorto y, en cuanto me es dado, a ello te presiono”.
Como
vemos, San Cayetano la anima a recibir el Pan Vivo bajado del cielo, la Sagrada
Eucaristía, al mismo tiempo que la invita a trabajar en su alma para poder
recibirlo dignamente y este trabajo espiritual consiste en acudir a la
Santísima Virgen María, para que sea Ella la que guíe su alma hasta el
encuentro con Cristo, ayudando al alma a luchar contra sí misma, contra sus
pasiones, para que Cristo Eucaristía habite en su alma. Por todo esto, debemos
considerar a San Cayetano como Patrono del pan y del trabajo espiritual, además
del pan y del trabajo material y rezarle de esta manera: “San Cayetano, danos
el Pan de Vida eterna, la Sagrada Eucaristía y ayúdanos a trabajar para el
Reino de Dios”.
[1] De las cartas de san Cayetano, presbítero; Carta a Elisabet
Porto: Studi e Testi 177, Ciudad del Vaticanto 1954, pp. 50-51.
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