San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

jueves, 21 de julio de 2022

San Francisco Solano, desde la amada España hasta el Gran Tucumán

 



         Vida de santidad.[1]

         Francisco Solano, llamado “el Taumaturgo del nuevo mundo”, por la cantidad de prodigios y milagros que obtuvo en Sudamérica, nació en 1549, en Montilla, Andalucía, España. Su padre era alcalde de la ciudad, y el santo desde muy pequeño se caracterizó por su habilidad en poner paz entre los que se peleaban: cuando había algún duelo a espada, bastaba que Francisco corriera a donde los combatientes a suplicarles que no se pelearan más, para que hicieran las paces. Estudió con los Jesuitas, pero entró a la comunidad Franciscana porque le atraían mucho la pobreza y la vida tan sacrificada de los religiosos de San Francisco. Los primero años de sacerdocio los dedicó a predicar con gran provecho en el sur de España. Sus sermones llegaban hasta el fondo del corazón de los pecadores y conseguían grandes conversiones. Es que rezaba mucho antes de cada predicación. En ese entonces, llegó a Andalucía la peste del tifo negro y Francisco y su compañero Fray Buenaventura se dedicaron a atender a los enfermos más abandonados. Buenaventura se contagió y murió (y ahora es santo también) luego se contagió también Francisco y creyó que ya le había llegado la hora de partir para la eternidad, pero luego, de la manera más inesperada, quedó curado. Con eso se dio cuenta de que Dios lo tenía para obras apostólicas todavía más difíciles. Pidió a sus superiores que lo enviaran de misionero al África, y no le fue aceptada su petición. Al poco tiempo después el rey Felipe II pidió a los franciscanos que enviaran misioneros a Sudamérica y entonces sí fue enviado Francisco a extender la religión de Cristo por estas tierras. Estando en el viaje, se desencadenó una gran tempestad que lanzó el barco contra unas rocas frente a Panamá y se partió en dos. Hasta que pudo llegar a la costa, pasaron tres días, en los que aprovechó para catequizar y bautizar a los que lo habían acompañado en el viaje. Al tiempo, llegaron a la ciudad de Lima.

Fray Francisco Solano recorrió el continente americano durante veinte años predicando, especialmente a los indios. Pero su viaje más largo fue el que tuvo que hacer a pie, con numerosos peligros y sufrimientos, desde Lima hasta Tucumán (Argentina) y hasta las pampas y el Chaco Paraguayo. Se arrodilla ante su superior, y le suplica con lágrimas casi en los ojos: “¡Padre, mándeme, mándeme a mí! Por amor a mi Señor Jesucristo, yo quiero ir a las misiones más difíciles”. El superior comprende que aquellos impulsos tan vehementes hacia las misiones más arriesgadas vienen de Dios, y autoriza todo: “¡Vaya, pues, y que Dios le acompañe siempre!”. Francisco escala los Andes, sube a las alturas más encumbradas de Bolivia, desciende después hasta la Argentina y llega al Tucumán, donde va a tener el centro de su apostolado durante once años prodigiosos, apostolado que se extenderá hasta el Estero y Paraguay. Recorrió en total más de 3.000 kilómetros y no solo sin ninguna comodidad, sino con numerosos sacrificios y dificultades, con la sola confianza en Dios y movido por el deseo de salvar almas. Antes de salir de misión, San Francisco Solano Como una muestra de que Dios estaba con él, le sucedió en su gran viaje misionero, que lograba aprender con extraordinaria facilidad los dialectos de aquellos indios a las dos semanas de estar con ellos y ellos admirablemente le entendían todos sus sermones. Sus mismos compañeros misioneros se admiraban grandemente de este prodigio y lo consideraban un verdadero milagro de Dios. Pero lo más admirable es que las tribus de indios, aun las más agresivas y opuestas a los blancos, recibían los sermones del santo con una docilidad y un provecho que parecían increíbles. Dios le había concedido la eficacia de la palabra y la gracia de conseguir la simpatía y buena voluntad de sus oyentes.

Fray Francisco llegaba a las tribus más guerreras e indómitas y aunque al principio lo recibían al son de batalla, después de predicarles por unos minutos con un crucifijo en la mano, conseguía que todos empezaran a escucharle con un corazón dócil y que se hicieran bautizar por centenares y miles. Un Jueves Santo estando el santo predicando en La Rioja (Argentina) llegó la voz de que se acercaban millares de indios salvajes a atacar la población. El peligro era sumamente grande, todos se dispusieron a la defensa, pero Fray Francisco salió con su crucifijo en la mano y se colocó frente a los guerreros atacantes y de tal manera les habló (logrando que lo entendieran muy bien en su propio idioma) que los indígenas desistieron del ataque y poco después aceptaron ser evangelizados y bautizados en la religión católica.

El Padre Solano tenía una hermosa voz y sabía tocar muy bien el violín y la guitarra –por eso es el Patrono del Folclore Argentino-. San Francisco Solano misionó por más de 14 años por Tucumán, el Chaco Paraguayo, por Uruguay, el Río de la Plata, Santa Fe y Córdoba de Argentina, siempre a pie, convirtiendo innumerables indígenas. Su paso por cada ciudad o campo, era un renacer del fervor religioso. Un día en el pueblo llamado San Miguel, estaban en un toreo, y el toro feroz se salió del corral y empezó a cornear sin compasión por las calles. Llamaron al santo y éste se le enfrentó calmadamente al terrible animal. Y la gente vio con admiración que el bravísimo toro se le acercaba a Fray Francisco y le lamía las manos y se dejaba llevar por él otra vez al corral. A imitación de su patrono San Francisco de Asís, el padre solano sentía gran cariño por los animalillos de Dios. Las aves lo rodeaban muy frecuentemente, y luego a una voz suya, salían por los aires revoloteando, cantando alegremente como si estuvieran alabando a Dios. Por orden de sus superiores, los últimos años los pasó Fray Francisco en la ciudad de Lima predicando y convirtiendo pecadores. Entraba a las casas de juegos y hacía suspender aquellos vicios y llevaba a los jugadores a los templos. En los teatros, en plena función inmoral hacía suspender la representación y echaba un fogoso sermón desde el escenario, haciendo llorar y arrepentirse a muchos pecadores. En plena plaza predicaba al pueblo anunciando terribles castigos de Dios si seguían cometiendo tantos pecados y esto conseguía muchas conversiones. En mayo de 1610 empezó a sentirse muy débil. Los médicos que lo atendían se admiraban de su paciencia y santidad. El 14 de julio, una bandada de pajaritos entró cantando a su habitación y el Padre Francisco exclamó: “Que Dios sea glorificado”, y expiró. Desde lejos las gentes vieron una extraordinaria iluminación en esa habitación durante toda la noche.

         Mensaje de santidad.

         La obra evangelizadora de San Francisco Solano solo se explica si está acompañado por el Espíritu Santo, porque su obra evangelizadora a lo largo de veinte años no se explica mínimamente con las solas fuerzas humanas. No solo tuvo que recorrer más de trece mil kilómetros, la mayoría de ellos a pie, sino que además convirtió a numerosísimas gentes, hablando en su propio idioma y predicando a todos la salvación del alma por la Sangre de Cristo. Todo se explica porque San Francisco Solano no vino a estas tierras en busca de oro ni de gloria mundana, sino en busca de almas para Cristo. Porque sin Cristo y su Sangre derramada por nosotros, estamos condenados irremediablemente a la perdición eterna, porque nadie salva su alma sin la Sangre de Cristo y sin la Sangre de Cristo, las almas se condenan en el Infierno por toda la eternidad.

 

Oración a San Francisco Solano

“¡Oh San Francisco Solano,

Que llegaste desde la amada España

Para anunciarnos la alegre noticia

De la salvación del alma

Por la Sangre de Cristo,

Te suplicamos que intercedas por nosotros,

Para que siguiendo a Cristo Dios

Por el Camino Real de la Cruz,

Lleguemos un día a la felicidad eterna

Del Reino de Dios! 

Que la Sangre de la cruz de Cristo,

que tú nos diste a conocer

y que el Manto de la Inmaculada de Luján,

que es nuestra Bandera Nacional,

nos protejan de todo mal

y nos concedan el bien infinito de la 

vida celestial. Amén”.

Un Padrenuestro, Avemaría, Gloria.

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