En
cuanto a la historia de la devoción al Sagrado Corazón, hay quienes la hacen
remontar al Viernes Santo, cuando en el Calvario el Sagrado Corazón de Jesús
fue traspasado por la lanza, haciendo brotar el contenido del Sagrado Corazón,
Sangre y Agua, los cuales se derraman sobre las almas a través de los
sacramentos[1].
Si bien esto es así, podríamos agregar que la devoción al Corazón de Jesús
comienza en el momento mismo de la Encarnación, porque es ahí en donde el Corazón
de Dios Uno y Trino se une al Corazón humano de Jesús de Nazareth, aunque en
ese momento estaba todavía en estado incluso pre-embrional, porque en el
momento de la Encarnación del Verbo, Jesús era solo una célula humana, sin los
órganos embrionarios desarrollados, como sucede con todo embrión humano.
Recordemos que en el caso de Jesús, puesto que San José no era su padre
biológico, sino su padre adoptivo, los cromosomas humanos pertenecientes al
padre, fueron creados en el instante mismo en que se encarnó el Hijo de Dios.
Desde la Encarnación del Verbo, entonces, comienza la devoción al Sagrado
Corazón de Jesús.
Luego
de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, muchos Padres de la Iglesia, tales
como San Ambrosio, San Juan Crisóstomo, San Agustín, entre otros, ya
manifestaban una gran devoción por el Sagrado Corazón, mencionando en sus
textos a la Sagrada Llaga del costado de Jesús y a la Sangre y Agua que brotaron
de su corazón. Posteriormente, sin fijar una devoción concreta, varios santos honraban
devotamente al Corazón y las llagas de Cristo: San Buenaventura, San Bernardo
de Claraval, Santa Clara, Santa Gertrudis, Beato Enrique Suso, San Francisco de
Sales, Santa Catalina de Siena, Santa Teresa de Ávila y San Pedro Canisio. Sin embargo,
la difusión y la propagación del culto público al Corazón de Jesús se origina
como verdadera devoción con las revelaciones místicas de Santa Margarita María
Alacoque. En las apariciones de Fátima, en año 1917, el ángel y la Virgen enseñaron
a los niños a rezar y responder a los designios de los Corazones de Jesús y
María. Es a partir de las apariciones de Fátima que la devoción a los Sagrados
Corazones de Jesús y María se extendió por toda la Iglesia.
El
origen más importante de la devoción es sin duda, Santa Margarita María
Alacoque de la Orden de la Visitación de Santa María, a quien Jesús se le
apareció y le reveló que quienes oraran con devoción al Sagrado Corazón,
recibirían gracias y favores divinos. Jesús la llama a que le consuele en el
dolor que le causan las almas ingratas. En la Primera revelación, el 27 de
diciembre de 1673, le pide la Comunión de los primeros viernes; en la Segunda
revelación, en 1674, le pide que se honre su Corazón de carne y promete a los
que le honren gracias muy especiales; en la Tercera revelación, en 1674, Jesús
le confiesa: “Tengo sed, una sed ardiente de ser amado de los hombres en el Sacramento
del Amor…” y el Sacramento del Amor es la Eucaristía y es por eso que Jesús nos
está diciendo que su Corazón está vivo, resucitado, glorioso, lleno del Amor de
Dios, en la Eucaristía. En el año 1675 le pide que se establezca la Fiesta a su
Corazón, honrándolo con la Comunión y consagración a Él.
Además
de estas revelaciones, el Sagrado Corazón de Jesús promete Doce inmensas gracias
para quienes lo honren y lo adoren. Estas Doce promesas son: “1. A las almas
consagradas a mi Corazón, les daré las gracias necesarias para su estado. 2.
Daré la paz a las familias. 3. Las consolaré en todas sus aflicciones 4. Seré
su amparo y refugio seguro durante la vida, y principalmente en la hora de la
muerte. 5. Derramaré bendiciones abundantes sobre sus empresas. 6. Los
pecadores hallarán en mi Corazón la fuente y el océano infinito de la misericordia.
7. Las almas tibias se harán fervorosas. 8. Las almas fervorosas se elevarán
rápidamente a gran perfección. 9. Bendeciré las casas en que la imagen de mi
Sagrado Corazón esté expuesta y sea honrada. 10. Daré a los sacerdotes la
gracia de mover los corazones empedernidos. 11. Las personas que propaguen esta
devoción, tendrán escrito su nombre en mi Corazón y jamás será borrado de él.
12. A todos los que comulguen nueve primeros viernes de mes continuos, el Amor
omnipotente de mi corazón les concederá la gracia de la perseverancia final”.
Para
poder recibir estas promesas del Sagrado Corazón, hay que tener disposiciones
espirituales, como por ejemplo: recibir sin interrupción la Sagrada Comunión
durante nueve primeros viernes consecutivos; tener la intención de honrar al Sagrado
Corazón de Jesús y de alcanzar la perseverancia final; ofrecer cada Sagrada
Comunión como un acto de expiación por las ofensas cometidas contra el
Santísimo Sacramento. Por último, podemos honrar todos los días al Sagrado
Corazón, de dos maneras distintas: una, es usando el “Detente”[2] -se
le conoce también como el “Pequeño Escapulario del Sagrado Corazón”, aunque no
es, en el sentido lingüístico un escapulario- que es un emblema o símbolo que
usualmente se lleva sobre el pecho, con la imagen del Sagrado Corazón: el
significado es que es propio de quien ama llevar consigo un signo de su amado y
en este caso, el Detente es un signo visible de nuestro amor al Sagrado Corazón
de Jesús y de la infinita confianza en su protección contra las acechanzas del
maligno. Le decimos “detente”, en nombre de Jesús, al demonio y a toda maldad.
La otra forma de honrar y adorar al Sagrado Corazón es el
recibirlo, en Persona, en la Sagrada Eucaristía, por supuesto que siempre en
estado de gracia santificante. La historia al Sagrado Corazón continúa,
entonces, cada día de la vida de la Iglesia y de los bautizados y continuará
por toda la eternidad, con la Iglesia, Esposa Mística del Cordero, adorando al
Sagrado Corazón de Jesús por los siglos sin fin.
[1]
https://www.uco.edu.co/seguimosconectados/SiteAssets/MODULO-II.pdf
[2] https://www.youtube.com/watch?v=5PwS6lUsXXk;
el origen del Detente se encuentra en las apariciones del Sagrado Corazón a Santa
Margarita María Alacoque. En carta dirigida por ella a la Madre Saumaise el 2
de marzo de 1686 en la que le dice: “Él (Jesús) desea que usted mande a hacer
unas placas de cobre con la imagen de su Sagrado Corazón para que todos
aquellos que quisieran ofrecerle un homenaje las pongan en sus casas, y unas
pequeñas para llevarlas puestas.” (Vida y Obras, vol. II, p.306, nota).
INDULGENCIA El Papa Pío IX le concedió en el año 1872, una indulgencia de 100 días
una vez al día a todos los fieles que usaran alrededor de sus cuellos este
emblema piadoso y rezaran un Padre Nuestro, Ave María y Gloria. (Preces et pia
opera, n. 219).
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