San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

miércoles, 8 de junio de 2022

El Sagrado Corazón es el Corazón de la Iglesia

 



         En el cuerpo humano los órganos se dividen en vitales y no vitales; dentro de los órganos vitales –se llaman así porque sin ellos no hay vida en el cuerpo-, el primero de todos es el corazón. El corazón entonces es el órgano vital por excelencia, porque sin el corazón no podemos vivir, ya que  el corazón bombea la sangre, que contiene oxígeno y nutrientes, a todos los miembros del cuerpo y así los otros órganos y el cuerpo entero, viven gracias al corazón que les concede la vida por medio de la sangre. El corazón es un órgano vital porque sin el corazón, no hay vida en el cuerpo.

         En la Iglesia Católica sucede de la misma manera: hay un corazón que da vida a la Iglesia y ese Corazón es el Sagrado Corazón de Jesús, que está en la Eucaristía. A los ojos del cuerpo, la Eucaristía parece un trocito de pan, pero en la realidad, es el Sagrado Corazón de Jesús, que nos da su vida, que es la vida divina, la vida de Dios Trinidad. En la Eucaristía late el Sagrado Corazón de Jesús, vivo, glorioso, resucitado, lleno de la vida de Dios. Por eso, cuando comulgamos, no comulgamos un pedacito de pan, sino al Sagrado Corazón de Jesús y el Sagrado Corazón de Jesús nos da todo lo que Él contiene en su interior: su Sangre Preciosísima y con su Sangre, su Vida divina, la vida de Dios; nos concede su fortaleza, su paz, su alegría. Por eso, comulgar, recibir al Sagrado Corazón en nuestras almas, es lo mejor que nos puede pasar en la vida. Hay quienes piensan que lo mejor en la vida es tener dinero, o ser famoso, o recibir el aplauso de los demás, pero eso no es lo más hermoso de la vida: lo más hermoso de la vida es recibir al Sagrado Corazón de Jesús, que late, vivo, glorioso y resucitado, en la Eucaristía.

         Honremos al Sagrado Corazón, entronizando su imagen en nuestras casas y familias, pero también lo adoremos en la Eucaristía y, una vez que lo recibamos, lo entronicemos y lo adoremos en nuestros corazones.

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