La Iglesia celebra en este día la fiesta litúrgica llamada “de
los Santos Inocentes”. La misma se originó en un hecho histórico, la matanza de
niños menores de dos años de edad por orden del rey hebreo Herodes, quien en
realidad quería matar al Niño Dios, a Dios hecho Niño sin dejar de ser Dios,
nacido milagrosa y virginalmente en Belén. La razón de la orden de asesinato de
los niños de parte de Herodes, es que el rey se había enterado del nacimiento
de Jesús y sabía que Él era rey y por lo tanto, tenía temor de que el Niño de
Belén le arrebatara su reinado y debido a que no sabía exactamente dónde ni
quién era, para asegurarse de que iba a matarlo de alguna manera, es que ordena
el asesinato, sin piedad, de todos los niños menores de dos años, que estuvieran
en su reino.
Los niños que fueron víctimas de la furia homicida de
Herodes no sólo fueron víctimas, sino también mártires, porque fueron muertos
por Cristo, porque en realidad, a quien querían matar es a Cristo, el Hijo de
Dios. Porque fueron asesinados por el nombre de Cristo, es que estos niños, que
aún no habían alcanzado el uso de razón, dieron testimonio de Cristo con sus
vidas y por eso merecieron el honroso y glorioso título de “mártires”, con lo
cual alcanzaron inmediatamente el Cielo. Es decir, se les privó injustamente de
la vida terrena, pero por la Sangre de Cristo merecieron vivir para siempre en
la alegría de la vida eterna, cantando alabanzas al Cordero para toda la
eternidad. Los Santos Inocentes son mártires porque fueron asesinados por odio
satánico contra Cristo Dios; es decir, no fueron asesinados solo por ser niños
humanos, sino porque Dios se hizo imagen y semejanza del hombre en la Encarnación
y nació como Niño humano, sin dejar de ser Dios. La intención última del
asesinato de los niños por parte de Herodes era la de matar a Dios, si eso
fuera posible, que había entrado en el mundo y en la historia como niño. Y así
como en el Cielo fue el Demonio quien al rebelarse descargó su odio satánico
contra la Trinidad, así en la tierra Herodes solo fue un instrumento humano,
malvado, pero humano, en manos del Demonio, quien quería descargar su odio
infernal contra Dios hecho Niño.
Ahora bien, no debemos pensar que la matanza de los Santos Inocentes
finalizó en la época del rey Herodes, porque el mismo odio satánico que se
desencadenó a través de Herodes contra el Niño Dios, se sigue desencadenando en
nuestros días, por medio de los nuevos herodes, los promotores del aborto y de
la experimentación farmacológica con niños recién nacidos, como muestra del
odio satánico contra Dios y su imagen, el ser humano.
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