Nacido en Mayorga, en las montañas de León en noviembre de 1538, estudió en Mayorga para después marchar a Valladolid, donde
hace sus estudios de humanidades y los de
derecho, entre los años de 1550 a 1560. En septiembre de 1568 acudió a Santiago de
Compostela en peregrinación a pie, y aprovechó esta peregrinación para
graduarse en aquella Universidad. Consiguió una beca en el Colegio Mayor del Salvador
de Oviedo, en donde continuó sus estudios con vistas al doctorado en derecho. Sin embargo, otros eran los planes de la
divina Providencia, y Toribio no llegaría nunca a graduarse de doctor. Recibido
en el Colegio Mayor el 3 de febrero de 1571, llega de manera imprevista, en una
noche de diciembre de 1573, su nombramiento como inquisidor de Granada. Toribio
no parece que llegara a pensar en pasar a Indias o en llegar a difíciles cargos
de gobierno eclesiástico. Pero otros eran los planes de Dios. El mismo antiguo
colegial de San Salvador de Oviedo, don Diego de Zúñiga, que había conseguido
su nombramiento para la Inquisición granadina, logró ahora que el rey le
presentará para la más importante de las sedes de Indias: el arzobispado de la
ciudad de los Reyes, que hoy llamamos Lima. Y, en efecto, Felipe II accedió a
solicitar del Papa que fuera nombrado para ese cargo aquel joven inquisidor, de
treinta y nueve años de edad, que aún no había recibido ni una sola de las
Ordenes menores. En junio de 1578 fue la elección. Toribio no parece que
llegara a pensar en pasar a Indias o en llegar a difíciles cargos de gobierno
eclesiástico. Pero otros eran los planes de Dios. El mismo antiguo colegial de
San Salvador de Oviedo, don Diego de Zúñiga, que había conseguido su
nombramiento para la Inquisición granadina, logró ahora que el rey le
presentará para la más importante de las sedes de Indias: el arzobispado de la
ciudad de los Reyes, que hoy llamamos Lima. Y, en efecto, Felipe II accedió a
solicitar del Papa que fuera nombrado para ese cargo aquel joven inquisidor, de
treinta y nueve años de edad, que aún no había recibido ni una sola de las
Ordenes menores. En junio de 1578 fue la elección. En agosto de 1580, sin que
sepamos la fecha exacta, ni el nombre del consagrante, ni ningún otro detalle
(cosa muy curiosa, pero no rara en aquellos tiempos), recibe la consagración
episcopal en Sevilla y se dispone a pasar a las Indias. Tarea ciclópea. En
primer lugar como legislador. Sus tres concilios y sus diez sínodos diocesanos
suponen el planteamiento legislativo de toda la organización eclesiástica de la
América del Sur. Durante siglos, hasta el concilio plenario de América latina
que se tendrá en Roma a principios del siglo XX, América se regirá por las
leyes que ha dado Santo Toribio. Ahora bien, Santo Toribio quiso hacer más y
ponerse en contacto inmediato con las duras realidades. Y empezó su gigantesca
visita. En una geografía atormentada, que iba desde las más deliciosas planicies
hasta las cumbres de los Andes, sin caminos unas veces, las más, a pie, y otras
en mula, soportando una diferencia de clima que ponía a prueba la salud de los
más robustos, Santo Toribio recorrió aproximadamente cuarenta mil kilómetros. Al
final de su vida en un cálculo exacto —pues, anticipándose a las tendencias de
ahora, Santo Toribio llevó siempre cuenta rigurosa de lo que llamaríamos hoy
datos de sociología religiosa— Santo Toribio pudo calcular que había
administrado el sacramento de la confirmación a ochocientas mil almas.
Su mensaje de santidad es resumido así por un especialista
en historia eclesiástica, el padre Leturia: “Nada de cuanto hasta ahora he
manejado en el Archivo de Indias me ha impresionado más vivamente que este
ilustre metropolitano, gloria del clero español del siglo XVI, quien por su
apostolado directo e infatigable en las doctrinas de indios, por su legislación
canónico-misional en los concilios de Lima, por sus relaciones y contiendas de
subidísimo valor histórico y misional con las grandes Ordenes evangelizadoras;
por la firme, digna y confiada majestad con que se opuso a ciertas rigideces
centralistas de su insigne admirador y protector el monarca Felipe II, y, sobre
todo, por su afán indomable y eficaz en mantener —por encima de los virreyes y
del Consejo de Indias— el contacto inmediato y constante con la Santa Sede,
proyecta en la historia de las misiones americanas su múltiple y prócer
silueta, digna de coronar… el mismo Archivo de Indias de Sevilla”. Como ha
escrito el señor arzobispo de Valladolid: la epopeya homérica de los
conquistadores halla un paralelo digno, y aun superior por sus fines y
objetivos espirituales, en la labor inmensa del gran arzobispo. A él se debe en
grandísima parte la rápida y profunda cristianización de la América española, y
el éxito de su apostolado, y el florecimiento de sus maravillosas “doctrinas”
de indios, la exuberancia del clero y de catequistas durante su fecundo pontificado,
explican la supervivencia del espíritu y de la vida cristiana en aquellas
dilatadas regiones, a pesar de las posteriores crisis y de la tremenda escasez
actual de operarios evangélicos”.
[1] https://infovaticana.com/2020/03/23/santo-toribio-de-mogroviejo/;
cfr. Lamberto de Echeverría en Mercaba.org
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