Nacido en los Alpes, en el castillo saboyano de Sales,
su familia lo envió a estudiar a la universidad de París y luego a Padua. Se desempeñó
como canónigo de Annecy, obispo auxiliar de Ginebra, líder de debates con los
protestantes y apóstol de la región de Chablais. Hay un libro escrito por él,
de gran importancia para la vida espiritual y que ha sido el forjador de muchas
vidas de santidad, llamado: “Introducción a la vida devota”. Sólo en vida del
santo llevaba ya cuarenta ediciones.
Decía el santo: “¿No es una barbaridad querer
desterrar la vida devota del cuartel de los soldados, del taller de los
artesanos, del palacio de los príncipes, del hogar de los casados?”. Y es para
eso que escribió el libro, para que el fervor, la devoción y el amor a
Jesucristo se implantaran en las mentes y en los corazones de los hombres y de
la sociedad, no solo de su tiempo, sino de las venideras también.
Hay una virtud que caracterizó al santo y es la de la
bondad y eso a pesar de que en su juventud era conocido por su mal genio. Respecto
a esto, es una constante en la biografía de todo santo su lucha ascética a fin
de aumentar su capacidad de autodominio, luchando contra el mal genio para
alcanzar la dulzura y la bondad en el trato. En relación a esta virtud, San
Francisco de Sales escribió: “No nos enojemos en el camino unos contra otros;
caminemos con nuestros hermanos y compañeros con dulzura, paz y amor; y te lo
digo con toda claridad y sin excepción alguna: no te enojes jamás, si es
posible; por ningún pretexto des en tu corazón entrada al enojo”.
Mensaje
de santidad.
Si nuestro
carácter tiene tendencia a la irascibilidad, recordemos a San Francisco de
Sales, a su lucha ascética para conseguir la dulzura del corazón y también sus
palabras, acerca de que no nos enojemos nunca con nadie, ni siquiera con
nuestros enemigos más encarnizados. Pero recordemos ante todo que la dulzura de
corazón del santo no provenía de él mismo, sino que era una participación a la
dulzura del Sagrado Corazón de Jesús y entonces hagamos el propósito, cuando
estemos por enojarnos por algún motivo, de imitar a San Francisco de Sales, que
llegó a tener la bondad y dulzura de corazón del Sagrado Corazón de Jesús.
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