Cuando Jesús era niño, San José le fabricaba juguetes de madera
como regalos con los que le demostraba su amor a su Hijo Jesús. Luego, siendo
ya joven, San José, ejerciendo su rol de padre adoptivo encomendado por Dios
Padre, le enseñó el oficio que él sabía hacer, el oficio de carpintero. Si bien
Jesús era Dios y en cuanto tal era omnisciente, en cuanto hombre era perfecto
pero también debía adquirir las destrezas necesarias para la vida de todo
hombre, entre ellas, la de un oficio que, en este caso, era el de carpintero. Con
su padre adoptivo como maestro, Jesús aprendió a trabajar el leño, el mismo
leño con el que luego habría de ser fabricado el instrumento de
salvación de los hombres, la Santa Cruz del Calvario.
Junto a su padre adoptivo, Jesús trabajó aprendiendo el oficio
de carpintero hasta la edad de treinta años, edad establecida por Dios Padre
para que comenzara su predicación pública y la parte final del misterio pascual
de muerte y resurrección con el cual habría de salvarnos. Sin embargo, aun
antes de comenzar su prédica pública, durante toda su niñez y juventud,
mientras trabajaba la madera, Jesús no estaba ajeno a nuestra salvación. Como Él
es Dios, Él nos tenía, a todos y a cada uno de nosotros, presentes en su Mente
y en su Corazón, y nos tenía de tal modo presentes, que a cada instante nos
nombraba y amaba a cada uno, como si cada uno de nosotros fuéramos los únicos
habitantes de la tierra. Mientras aprendía el oficio de carpintero, mientras su
padre adoptivo le enseñaba a trabajar la madera, Jesús pensaba en cada uno de
nosotros, a cada instante, y a cada enseñanza de San José sobre cómo trabajar
la madera, Jesús suspiraba por el día en el que no ya San José, su padre
adoptivo, sino Dios Padre, fuera quien le confeccionara con el madero una Cruz,
la Santa Cruz, sobre la cual Él habría de extender su Cuerpo Purísimo para
ofrendarlo en sacrificio y salvación de toda la humanidad, incluidos todos y
cada uno de nosotros.
Cuando
era niño, San José, como padre adoptivo de Jesús, le regalaba juguetes de
madera; cuando era joven, San José le enseñó a amar el madero y el oficio de
carpintero y todo esto que hacía San José era para preparar a Jesús para que
recibiera, en la edad adulta, el regalo que Dios Padre le tenía preparado desde
la eternidad: una hermosísima cruz de madera para que sobre ella ofreciera su
Cuerpo y derramara su Sangre por nuestra salvación. Entonces, cuando Dios Padre
nos regala una cruz, eso significa que nos está tratando con el mismo Amor con
el que trataba a su Hijo Jesús.
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