San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

jueves, 1 de mayo de 2014

San Atanasio, obispo y doctor de la Iglesia


San Atanasio se opuso a la herejía de Arrio, sacerdote de Alejandría, hereje que propagaba un error fundamental acerca de Jesucristo: sostenía que Jesucristo no era Dios por naturaleza, sino que era simplemente un hombre. Arrio sostenía la herejía de que Cristo era el Unigénito de Dios, en el sentido de que era la primera creatura creada por Dios, y que había sido creada con atributos divinos, pero que no era Dios por naturaleza, es decir, para Arrio, Jesús no era Dios Hijo por naturaleza, no tenía la naturaleza y el Ser divino, y por lo tanto, no era Dios Hijo, y eso es una herejía. San Atanasio comprendió de inmediato que eso minaba en su base la doctrina católica y junto con otros sacerdotes, diáconos y obispos fieles a la Verdad, celebraron el Concilio de Nicea, en el año 325, en donde se aprobó el Credo propuesto por San Atanasio, en donde se defendía la divinidad de Jesucristo y se condenaba la herejía de Arrio, que sostenía que Jesús no era Dios por naturaleza.
         La cuestión de si Cristo es o no es Dios por naturaleza, no es menor; por el contrario, es central, y es tan central, que determina las bases, la estructura, el credo y los dogmas de la religión católica. Si Cristo es Dios, la religión es católica; la Virgen es la Madre de Dios; la Iglesia es la Esposa Mística de Cristo; la Eucaristía es el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Cristo y en cada comunión eucarística, Cristo infunde su Espíritu Santo, su Amor divino, al alma que lo recibe con amor y con fe, haciendo de cada comunión un pequeño Pentecostés; el Santo Padre es el Vicario de Cristo; los fieles son el templo del Espíritu Santo; los sacerdotes ministeriales actúan in Persona Christi en cada Santa Misa, consagrando y transubstanciando el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, y en la confesión sacramental perdonan los pecados de los hombres con el poder mismo del Hombre-Dios Jesucristo.
         Pero si Cristo no es Dios, entonces toda la fe de la Iglesia es vana, Cristo no ha resucitado, nosotros adoramos un poco de pan bendecido, y somos unos idólatras que creemos en cosas vanas y en inventos de hombres.

         Sin embargo, gracias a santos como San Atanasio, nuestra fe es firme y creemos firmemente que Cristo es Dios por naturaleza, el Hombre-Dios, Dios Hijo hecho hombre, el Verbo de Dios, encarnado en una naturaleza humana, sin dejar de ser Dios, sin mezcla ni confusión alguna con la naturaleza humana, que murió y resucitó para nuestra salvación, que está, vivo y glorioso, resucitado, en la Eucaristía, que nos dona su Sagrado Corazón Eucarístico en cada comunión eucarística y que ha de venir, al fin de los tiempos, a juzgar a vivos y muertos.

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