San
Atanasio se opuso a la herejía de Arrio, sacerdote de Alejandría, hereje que
propagaba un error fundamental acerca de Jesucristo: sostenía que Jesucristo no
era Dios por naturaleza, sino que era simplemente un hombre. Arrio sostenía la
herejía de que Cristo era el Unigénito de Dios, en el sentido de que era la
primera creatura creada por Dios, y que había sido creada con atributos
divinos, pero que no era Dios por naturaleza, es decir, para Arrio, Jesús no
era Dios Hijo por naturaleza, no tenía la naturaleza y el Ser divino, y por lo
tanto, no era Dios Hijo, y eso es una herejía. San Atanasio comprendió de
inmediato que eso minaba en su base la doctrina católica y junto con otros
sacerdotes, diáconos y obispos fieles a la Verdad, celebraron el Concilio de
Nicea, en el año 325, en donde se aprobó el Credo propuesto por San Atanasio,
en donde se defendía la divinidad de Jesucristo y se condenaba la herejía de
Arrio, que sostenía que Jesús no era Dios por naturaleza.
La cuestión de si Cristo es o no es Dios por naturaleza, no
es menor; por el contrario, es central, y es tan central, que determina las
bases, la estructura, el credo y los dogmas de la religión católica. Si Cristo
es Dios, la religión es católica; la Virgen es la Madre de Dios; la Iglesia es
la Esposa Mística de Cristo; la Eucaristía es el Cuerpo, la Sangre, el Alma y
la Divinidad de Cristo y en cada comunión eucarística, Cristo infunde su
Espíritu Santo, su Amor divino, al alma que lo recibe con amor y con fe, haciendo
de cada comunión un pequeño Pentecostés; el Santo Padre es el Vicario de
Cristo; los fieles son el templo del Espíritu Santo; los sacerdotes
ministeriales actúan in Persona Christi
en cada Santa Misa, consagrando y transubstanciando el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de
Nuestro Señor Jesucristo, y en la confesión sacramental perdonan los pecados de
los hombres con el poder mismo del Hombre-Dios Jesucristo.
Pero si Cristo no es Dios, entonces toda la fe de la Iglesia
es vana, Cristo no ha resucitado, nosotros adoramos un poco de pan bendecido, y
somos unos idólatras que creemos en cosas vanas y en inventos de hombres.
Sin embargo, gracias a santos como San Atanasio, nuestra fe
es firme y creemos firmemente que Cristo es Dios por naturaleza, el Hombre-Dios,
Dios Hijo hecho hombre, el Verbo de Dios, encarnado en una naturaleza humana,
sin dejar de ser Dios, sin mezcla ni confusión alguna con la naturaleza humana,
que murió y resucitó para nuestra salvación, que está, vivo y glorioso,
resucitado, en la Eucaristía, que nos dona su Sagrado Corazón Eucarístico en cada comunión eucarística y que ha de venir, al fin de los tiempos, a
juzgar a vivos y muertos.
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