En el peregrinar de nuestra vida terrena hacia la Jerusalén
del cielo, sucede con mucha frecuencia que se presentan pruebas, dificultades,
tribulaciones, situaciones de dolor, enfermedades, fallecimientos de seres
queridos, las cuales nos hacen olvidar lo que dice la Sagrada Escritura: “Lucha
es la vida del hombre en la tierra” (Job 7, 1) y si no tenemos un fuerte
auxilio espiritual, con toda seguridad, vamos a perecer en estas tribulaciones.
Precisamente, para no perecer en estas tribulaciones que se presentan tan a menudo
en esta vida terrena, en este peregrinar hacia el Reino de Dios, Santa Teresa
de Ávila viene en nuestro auxilio, para recordarnos qué debemos hacer en dichos
casos o, mejor aún, a Quién debemos recurrir y es a Nuestro Señor Jesucristo. Dice
así Santa Teresa[1]:
“Con tan buen amigo presente -Nuestro Señor Jesucristo-, con tan buen capitán,
que se puso en lo primero en el padecer, todo se puede sufrir. Él ayuda y da
esfuerzo, nunca falta, es amigo verdadero. Y veo yo claro, y he visto después,
que para contentar a Dios y que nos haga grandes mercedes quiere que sea por
manos de esta Humanidad sacratísima, en quien dijo Su Majestad se deleita”. Santa
Teresa dice que con Jesús “todo se puede sufrir”, porque fue el primero en
padecer (en la cruz) y además Él ayuda, da fuerzas, no falta, es decir, está
siempre y es amigo verdadero y que si queremos agradar a Dios y que Dios nos
haga “grandes mercedes”, es decir, grandes dones y milagros, que acudamos a su “Humanidad
sacratísima” y esto no es otra cosa que la Eucaristía, o sea que Santa Teresa
nos está diciendo que cuando nos encontremos en alguna situación de
tribulación, acudamos a Jesús, el Amigo Fiel, en la Eucaristía y que Él nos ayudará
desde la Eucaristía.
Después dice la Santa: “He visto claro que por esta puerta
hemos de entrar, si queremos nos muestre la soberana Majestad grandes secretos.
Así que no queramos otro camino, aunque estemos en la cumbre de contemplación;
por aquí vamos seguros. Este Señor nuestro es por quien nos vienen todos los
bienes. Él lo enseñará; mirando su vida, es el mejor dechado”. Santa Teresa nos
dice que Jesús es la Puerta, tal como Él nos enseña en el Evangelio –“Yo Soy la
Puerta” (Jn 10, 9)- para conocer los secretos admirables de Dios y no hay otro
camino que Cristo: “Yo Soy el Camino” y que es el Único Camino seguro por el que
“nos vienen todos los bienes”. Entonces, desdichado quien busca otro camino que
no es Cristo; feliz quien llega a Cristo y a su vez sabemos que el camino más
rápido para llegar a Cristo es la Virgen.
Luego dice Santa Teresa de Ávila que Cristo “no nos
abandonará en las tribulaciones y trabajos”, como sí lo hacen los mundanos, y
que es feliz aquél que ame verdaderamente a Cristo y que siempre lo tenga
consigo, dando después el ejemplo de varios santos, empezando por San Pablo: “¿Qué
más queremos que un tan buen amigo al lado, que no nos dejará en los trabajos y
tribulaciones, como hacen los del mundo? Bienaventurado quien de verdad le
amare y siempre le trajere cabe de sí. Miremos al glorioso san Pablo, que no
parece se le caía de la boca siempre Jesús, como quien le tenía bien en el
corazón. Yo he mirado con cuidado, después que esto he entendido, de algunos
santos, grandes contemplativos, y no iban por otro camino: san Francisco, san
Antonio de Padua, san Bernardo, santa Catalina de Siena”.
Por último, dice Santa Teresa que nos acordemos del amor de
Cristo, con el cual nos hizo tantos favores -nos rescató de las garras del Demonio,
nos lavó la mancha del pecado con su Sangre y nos adoptó como hijos de Dios
Padre, haciéndonos herederos del Reino de Dios-, porque el amor con amor se
paga y si tenemos en el corazón el amor de Cristo, todo, incluso las
tribulaciones y las pruebas más difíciles de esta vida terrena, todo será más
fácil: “Siempre que se piense de Cristo, nos acordemos del amor con que nos
hizo tantas mercedes y cuán grande nos le mostró Dios en darnos tal prenda del
que nos tiene: que amor saca amor. Procuremos ir mirando esto siempre y
despertándonos para amar, porque, si una vez nos hace el Señor merced que se
nos imprima en el corazón este amor, sernos ha todo fácil, y obraremos muy en
breve y muy sin trabajo”.
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