San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

viernes, 18 de julio de 2025

San Camilo de Lelis

 



Vida de santidad[1],[2].

La vida de San Camilo de Lelis se divide en dos partes muy definidas: hasta los veinticinco años, antes de la conversión a Jesucristo, y después de los veinticinco años, después de la conversión a Jesucristo. Nació en la localidad de Abruzzos, Italia, en el año 1550. Quería dedicarse a la carrera militar, como su padre, pero sucedió que le apareció una enfermedad en el pie y eso le impidió seguir esa carrera. Acudió a Roma en búsqueda de una cura para su afección, pero no lo consiguió; además, adquirió un horrible vicio, el vicio del juego, por el cual apostó y perdió absolutamente todo lo que tenía. Le quedaban dos opciones: salir a mendigar o a robar, pero como tenia una formación cristiana de sus padres, decidió mendigar. Tenía veinticinco años. Hasta antes de conocer personalmente a Jesucristo, San Camilo llevaba una vida disipada, caracterizada por uno de los más horribles vicios y pecados que puede atormentar a un alma y es el vicio del juego, en donde la persona arriesga literalmente todo lo que tiene para vivir, para él y para su familia, quedándose en la más absoluta miseria.

La segunda parte de su vida comienza también a los veinticinco años cuando, iluminado por la gracia, luego de escuchar un sermón de Padre Capuchino, no solo se convierte a Jesucristo, sino que además experimenta el llamado a la vocación sacerdotal y religiosa. Para concretar su vocación, pidió el ingreso al noviciado, pero en ese momento le surgió con más fuerza la herida del pie -probablemente fue una infección crónica, del tejido óseo y de la piel, que además de incapacidad, provoca mucho dolor- y fue rechazado. Regresó al hospital de Santiago, en donde se dedicó a atender a los demás enfermos, por lo que fue nombrado asistente general del hospital. Dirigido espiritualmente por San Felipe Neri, estudió teología y fue ordenado sacerdote. En 1575 se dio cuenta que ante la gran cantidad de peregrinos que llegaban a Roma, los hospitales eran incapaces de atender bien a los enfermos que llegaban. Fue entonces que decidió fundar una comunidad de religiosos que se dedicaran por completo a los hospitales. En su tiempo se desatan epidemias diversas, muy contagiosas (malaria, tifus, peste bubónica), que provocan gran cantidad de enfermos y muertos[3]. San Camilo y sus religiosos, lejos de quedarse en sus casas religiosas, salen a las calles, a los puentes, a las casas en donde familias enteras están enfermas, para asistirlas. Como consecuencia, mueren muchos religiosos de la congregación de San Camilo, contabilizándose nueve solamente en el período de dos años que va desde 1586 al 1588.

Aunque tuvo que soportar durante 36 años la llaga de su pié, nadie lo veía triste o malhumorado. Con sus mejores colaboradores fundó la Comunidad Siervos de los Enfermos el 8 de diciembre de 1591. Ahora se llaman Padres Camilos. Murió el 14 de julio de 1614, a los 64 años.

 

 

Mensaje de santidad.

Un primer mensaje de santidad que nos deja San Camilo de Lelis es el comprobar cómo, el encuentro personal con Jesucristo, cambia para bien el sentido de la vida. En su caso, antes de encontrar a Jesucristo, no era santo, sino un gran pecador, como todos nosotros, y además de eso, tenía uno de los peores vicios que puede tener una persona, como el del juego, porque así se arruina a sí mismo y arruina a toda su familia y en definitiva a toda la sociedad. Sin embargo, bastó un solo encuentro con Él, para no solo dejar para siempre el vicio del juego y cualquier pecado, sino para comenzar una vida de santidad que ahora continúa con alegría y felicidad por toda la eternidad.

Otro aspecto del mensaje de santidad de San Camilo, es el comportamiento que tanto él como sus religiosos tuvieron en momentos de graves pestes en Europa. Aquí hay que hacer una comparación obligatoria con esta actitud verdaderamente cristiana, samaritana, fundada en el mandamiento de la caridad de Nuestro Señor Jesucristo, con la actitud egoísta, cínica, mundana, e incluso anti-cristiana, que mostraron numerosos integrantes de la Iglesia Católica, tanto religiosos, empezando desde los más altos niveles, como laicos, quienes obedeciendo al mandato de una sociedad comunista, atea y anticristiana y también anti-científica como la Organización Mundial de la Salud, permanecieron en sus casas y, para colmo de males, cerraron las iglesias, para impedir el “contagio” de los fieles. Sin embargo, permanecían abiertas instituciones públicas y multitudinarias como los bancos y los supermercados, al mismo tiempo que las puertas de la Iglesia de Cristo eran cerradas, como si alimentar el cuerpo y conseguir dinero para los alimentos, fuera más importante o lo único importante, antes que el auxilio espiritual que nos viene del Médico Divino, Nuestro Señor Jesucristo en la Eucaristía.

Otro mensaje de santidad es que San Camilo, guiado por las palabras de Nuestro Señor Jesucristo que serán pronunciadas en el Día del Juicio Final –“Lo que hicisteis a uno de estos pequeños, a Mí me lo hicisteis”-, ordena a sus religiosos tratar a cada enfermo como trataría a Nuestro Señor Jesucristo en persona. Esto no quiere decir que nuestro prójimo sea Nuestro Señor Jesucristo, sino que Él está presente, misteriosamente, en cada prójimo; por esta razón, todo lo que hagamos a nuestro prójimo, sea en el bien o en el mal, lo estamos haciendo a Jesús y eso queda contabilizado para el Día del Juicio Final, para la balanza de nuestras obras, sean buenas o malas; de ahí la necesidad de ser siempre misericordiosos para con nuestro prójimo, para así recibir misericordia de parte de Dios.

Un último mensaje de santidad, en este caso en el orden personal, es la configuración de San Camilo a Cristo, no solo por el hecho de ser sacerdote -Cristo es el Sumo y Eterno Sacerdote-, sino ante todo por unir su enfermedad crónica, muy dolorosa y prolongada, ya que lo acompañó hasta el final de sus días, a la Pasión de Jesús, que es lo que hay que hacer en realidad con cada enfermedad que tengamos, sea leve o grave. En vez de quejarse y decir, como dicen muchos, “¿Por qué me tiene que pasar esto a mí, que soy bueno, que vengo a misa, que me confieso, que ayudo a los demás y encima de todo, tengo que sufrir esta enfermedad o pasar por esta situación?”, San Camilo, no solo jamás se quejó, nunca, de ninguna manera, sino que aceptó como un don del Cielo la afección en el pie que tenía desde su juventud y la unió a los dolores de Jesús crucificado, más concretamente, a los dolores de sus pies atravesados por un grueso clavo de hierro y si esa afección le producía dificultad al caminar, él se acordaba de Jesús en la cruz y cómo, por los clavos, ni siquiera podía caminar. Así como obró San Camilo con su propia enfermedad personal, una enfermedad crónica, dolorosa, incapacitante, así es como tenemos que actuar nosotros si nos sucede algo similar: no solo no quejarnos, sino dar gracias a Dios y unirnos a Cristo crucificado para participar, con nuestra enfermedad, de la Pasión de Jesús.

El último ejemplo es cómo debemos tratar a nuestro prójimo, sobre todo al enfermo: como si tratáramos al mismo Cristo en Persona.


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