Para
todo cristiano, San José es modelo de santidad.
Es
modelo de hijo, porque fue elegido por Dios Padre para ser Padre virginal y
adoptivo de su Hijo Dios en la tierra y San José se comportó como hijo
predilecto de Dios Padre, obedeciendo y cumpliendo a la perfección el rol que
su Padre Dios le había encomendado.
Es
modelo de padre, porque su tarea en la tierra fue la de ejercer como sustituto
terreno de Dios Padre, para educar a Dios Hijo encarnado, quien al venir a esta
tierra, vino en el seno de una familia, como niño pequeño y por lo tanto,
necesitado de padre y de madre. Aunque el padre natural, desde toda la
eternidad, de Jesús, era Dios Padre, San José hizo las veces de padre adoptivo
de su Hijo Jesús, adoptando a Jesús como si fuera su verdadero hijo.
Es
modelo de esposo, porque si bien el matrimonio con María era un matrimonio
meramente legal, lo cual quiere decir que nunca jamás tuvieron trato esponsal
como lo hacen los esposos de la tierra, siendo el trato entre ambos como el de
los hermanos entre sí, San José se comportó como un esposo legal, en el sentido
de que fue siempre fiel y dedicó todos sus esfuerzos y toda su vida y todo su
amor, tanto a su Esposa legal, María Santísima como a su Hijo adoptivo, Cristo
Jesús. Para San José, Padre y Esposo Virgen, no hubo en la tierra ninguna otra
mujer que no fuera su esposa legal, María Santísima, a quien sirvió de cuerpo y
alma toda su vida, tratándola como si fuera su hermana y jamás le dio un trato
tal como lo hacen los esposos de la tierra.
Es
modelo de adorador eucarístico, porque él debía tratar todos los días con su
Hijo, que además de ser un niño, era Dios en Persona. Cuando San José
contemplaba a su Hijo en su humanidad, como niño, lo contemplaba además como
Dios y lo adoraba en su humanidad santísima y en su divinidad, admirándose de
tan grandioso misterio, sin poder salir de su asombro de saber que ese Niño al
que Él contemplaba y amaba, era al mismo tiempo el Dios que lo había creado, el
Dios que habría de redimir a los hombres y el Dios que habría de santificar a
la humanidad, enviando al Espíritu Santo junto al Padre. De la misma manera, el
adorador eucarístico, imitando a San José, no debe salir de su asombro, al
contemplar la Eucaristía, porque si a los ojos del cuerpo parece un pan, así como
a los ojos de San José Jesús aparecí
como un Niño, a los ojos del alma del adorador la Eucaristía se revela en el
esplendor de la divinidad de Cristo Jesús, el Hijo de Dios Padre, así como a
los ojos del alma de San José el Niño Dios se le manifestaba como el Hijo del
Eterno Padre. Y así como San José adoraba en la humanidad a la divinidad del
Verbo, así el adorador eucarístico adora, en las especies sacramentales, a Dios
Hijo encarnado.
Por
todo esto, San José es modelo insuperable de santidad para todo cristiano,
independientemente de su estado de vida.
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