San Expedito nos enseña cuál es el camino a la victoria
espiritual frente a la tentación: la Santa Cruz. En efecto, todos sabemos cómo
fue que San Expedito fue tentado por el Demonio, que se le había aparecido en
forma de cuervo, para que pospusiera la conversión para otro día. San Expedito,
que era pagano, había recibido la gracia de conocer a Jesús y ahora él debía
hacer su parte, es decir, él debía responder libremente a la gracia y para eso,
debía abandonar su vida de pagano y comenzar a vivir la vida de los hijos de
Dios. Pero el Demonio se le apareció en forma de cuervo y, volando sobre su
cabeza, le repetía insistentemente: “Cras, cras”, que significa “Mañana, mañana”.
El Demonio, muy sutilmente, no le decía a San Expedito que no se convirtiera,
sino que pospusiera su conversión para el otro día, para “mañana”. Esto es un
error, porque no sabemos si hemos de vivir mañana y si no aprovechamos la
gracia de la conversión en el hoy y en el ahora, corremos el riesgo de morir
sin convertirnos, es decir, sin entregar el corazón a Dios. La tentación, como
dijimos, era muy sutil, porque el Demonio no le decía: “No te conviertas”, sino
que le decía: “Conviértete, pero mañana. Por el día de hoy, continúa con tu
vida de pagano, alejado de Jesús”.
San Expedito respondió velozmente –por eso es el Patrono de
las causas urgentes-, aplastando al cuervo que se le había acercado
desprevenidamente y elevando la Santa Cruz, al tiempo que repetía: “Hodie”, es
decir, “Hoy, hoy me convertiré en cristiano y no mañana; hoy comenzaré a vivir
la vida de la gracia y no mañana; hoy perdonaré a mis enemigos en nombre de
Cristo; hoy comienzo a vivir como hijo de Dios, como hijo de la luz y no de las
tinieblas”.
¿De dónde sacó San Expedito, tanto la lucidez necesaria como
para darse cuenta de la tentación del Demonio, como la fuerza sobrenatural para
aplastar y vencer al Demonio? Las sacó de la Santa Cruz, porque Jesús
crucificado, que es “necedad y debilidad para el mundo”, es en realidad “fuerza
y sabiduría de Dios”, porque el que cuelga en la Cruz es el Hijo de Dios,
Jesucristo, que es la Sabiduría y la Fortaleza de Dios. Al igual que San
Expedito, frente a la tentación, cualquiera que esta sea, elevemos la Santa
Cruz de Jesús y digamos: “Hoy y ahora viviré como hijo de Dios y no como hijo
de las tinieblas”.
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