San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

miércoles, 21 de agosto de 2013

San Pío X y la pureza de la fe, necesaria para entrar en el Reino de los cielos


          San Pío X  se caracterizó, además de por su vida de santidad, por combatir contra un movimiento teológico llamado "modernismo", según el cual tanto la Iglesia como sus dogmas son solo instituciones creadas por el hombre. Según esta concepción, si la Iglesia y sus dogmas son creaciones de la mente humana -que los crea de acuerdo al contexto histórico en el que vive al momento de la creación-, entonces, como tales, como creaciones humanas, necesitan ser revisadas y reformadas constantemente, de acuerdo a la evolución de la historia, de la cultura, del pensamiento y de los hábitos de los hombres.
          Si lo que sostiene el modernismo fuera verdad, entonces nada en la Iglesia subsistiría y ninguno de sus dogmas sería inmutable, y la Iglesia se conmovería en sus cimientos, porque no existiría una Verdad absoluta divina, en sí misma, fuente de las verdades dogmáticas sobre las que asienta el edificio espiritual de la Iglesia. Así, la Iglesia no sería la "Esposa del Cordero", Cristo no sería el Hombre-Dios que murió en la cruz y resucitó para salvarnos, no existirían ni cielo ni infierno -o si este existe, estaría vacío-, etc. etc., porque si los dogmas dependen de las elucubraciones de la mente humana, todo puede cambiar, porque el hombre de inicios de la vida cristiana no piensa lo mismo que el de la Edad Media, y este a su vez no piensa lo mismo que el hombre del siglo XXI. Si se siguieran los postulados del modernismo, la Iglesia sufriría una revolución radical desde sus cimientos, en donde perdería toda referencia a lo sagrado, con lo cual se reemplazaría a la Esposa de Cristo por una institución religiosa de origen humano, como tantas otras, puesto que el modernismo basa sus postulados en el racionalismo, el subjetivismo y el relativismo, es decir, todas deformaciones del pensamiento humano que no tiene por guía a la Verdad en sí misma, revelada en Jesucristo, sin dar cabida, al mismo tiempo, a todo aquello que en la Iglesia es de origen divino.
          San Pío X fue capaz de entrever el peligro mortal que para la Iglesia -y, por lo tanto, para las almas- significaba el modernismo, y por ello dedicó gran parte de los esfuerzos de su pontificado para combatir a este movimiento, llevado a cabo sin duda por personas de buenas intenciones, pero que habían perdido el horizonte de la fe y ponían por tanto en riesgo la salvación eterna propia y la de centenares de miles de almas.
          Dentro de los elementos con los cuales San Pío X combatió al modernismo, se encuentra el denominado "Juramento Antimodernista", que asegura, a quien lo cumple, una fe limpia, pura, simple -por perfecta-, sin contaminación de ninguna clase.
         El Juramento puede servir como un examen de conciencia para el católico, para determinar cuán pura es su fe -y así adecuar las obras a la fe-, puesto que no es lo mismo creer en los postulados del modernismo, que en los postulados del Juramento Antimodernista de San Pío X.
          Según el Juramento Antimodernista, el católico cree en Dios como principio y fin de todas las cosas, que puede ser conocido por la razón, por medio de la Creación -obra de la Sabiduría y del Amor divino-, así como la causa se conoce por el efecto. Con esto se descarta de raíz el planteamiento central del gnosticismo de la Nueva Era, según el cual Dios es en realidad "energía cósmica impersonal".
          Para el católico, los milagros y las profecías no son "fabulaciones de la mente", sino signos certísimos del origen divino de la religión cristiana, signos los cuales son acordes a los hombres de todos los tiempos.
          El católico cree que la Iglesia ha sido instituida de modo próximo y directo por Cristo en persona, y que está edificada sobre Pedro, jefe de la jerarquía, y sobre sus sucesores hasta el fin de los tiempos. Al mismo tiempo, solo la Iglesia es guardiana y maestra de la Palabra revelada, porque está guiada por el Espíritu Santo.
          El católico recibe y cree, con el mismo y sentido y la misma interpretación, la doctrina de la fe transmitida por los Apóstoles a través de los Padres ortodoxos. En consecuencia, rechaza la suposición herética de que los dogmas "evolucionan", pudiendo cambiar de sentido para constituirse en otro diferente al dado por la Iglesia.
          El católico cree que "la fe no es un sentido religioso ciego que surge de las profundidades del subconsciente, bajo el impulso del corazón y el movimiento de la voluntad", sino el asentimiento libre por el cual se cree a Dios que se revela y que en cuanto tal es Verdad absoluta en sí misma, lo cual quiere decir que no puede enseñar nada falso o engañoso.
          El católico sostiene que su fe no contradice a la historia, y que sus dogmas se corresponden con el origen real de la religión cristiana.
          El católico rechaza la "doble personalidad", como si su fe de creyente contradijera a los hechos históricos, y también se niega a sostener cosas que contradigan la fe de la Iglesia, como así también a establecer premisas que, sin negar directamente los dogmas, llevarían a concluir que los dogmas son o bien falsos, o dudosos.
          El católico juzga e interpreta la Sagrada Escritura según la Tradición de la Iglesia, la analogía de la fe y las normas de la Sede Apostólica, al tiempo que rechaza los errores de los racionalistas que eliminan de raíz el misterio divino.
          El católico cree firmemente en el origen sobrenatural de la Tradición católica y en la promesa divina de preservar por siempre toda la Verdad revelada.
          El católico se declara "opuesto al error de los modernistas que sostienen que no hay nada divino en la Sagrada Tradición", aunque también rechaza el sentido panteísta, según el cual "un grupo de hombres por su propia labor, capacidad y talento han continuado durante las edades subsecuentes una escuela comenzada por Cristo y sus apóstoles".
          El católico promete, ayudado por Dios y los Santos Evangelios, mantener su fe incontaminada con los errores modernistas.
          San Pío X nos ayuda, entonces, a mantener pura nuestra fe católica, para que, obrando según lo que creemos, alcancemos la eterna felicidad en el Reino de los cielos.
         


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