En el
conocido episodio del Evangelio, Santa Marta aparece ocupada en
limpiar la casa y en disponer todo para a que Jesús, que ha ido a
visitarla a ella y a sus hermanos Lázaro y María, no le falte nada.
En el
episodio, Jesús entra en la casa de los hermanos, en Betania, y
mientras Marta se pone a trabajar para que la casa esté limpia y
ordenada, y para que Jesús tenga algo para comer como invitado de
honor que es, María en cambio, se queda a los pies de Jesús,
contemplándolo en éxtasis de amor. Esta actitud de María motiva la
queja de Marta: “Señor, dile a mi hermana que me ayude”, al
tiempo que causa también la respuesta de Jesús: “Marta, Marta, te
preocupas por muchas cosas, pero solo una es necesaria. María ha
elegido la mejor parte, y no le será quitada”. Jesús no le dice a
Marta que lo que hace -ocuparse de la casa- esté mal; le dice que
“sólo una cosa es necesaria”, la adoración contemplativa en
éxtasis de amor de María, pero no le dice a Marta que deje de hacer
lo que está haciendo, o que lo que hace no está bien.
Esta misma
situación se repite en la comunión eucarística, puesto que Jesús
también entra en nuestra casa, en nuestra alma, en cada comunión
eucarística; Él es nuestro invitado de honor, que golpea a las
puertas de nuestro corazón, y al cual le respondemos abriéndoselas
con amor, según Él lo dice en el Apocalipsis: “Mira que estoy a
la puerta y llamo. Si alguien me escucha y abre, entraré y cenaré
con él y él conmigo”.
A su vez,
las dos hermanas representan dos aspectos distintas de la misma alma
en relación a Jesús: Marta representa al alma que se preocupa por
tener la casa limpia, es decir, la vida de la gracia; Marta limpiando
la casa, sacudiendo el polvo la tierra para que la casa brille, es El
alma cuando lucha contra los pecados veniales y mortales, que
ensucian el corazón, y lo mantiene en condiciones impecables, para
que Jesús Eucaristía entre en él; Marta encendiendo el horno a
leña para preparar la comida, es el alma que ora y por la oración
enciende su corazón en el Amor de Dios y desea ardientemente
comulgar; María, contemplando a Cristo en éxtasis de amor, es el
alma que goza ya de la Presencia sacramental de su Señor y se postra
a sus pies. María tiene la mejor parte, pero sin el afanoso ocuparse
de Marta, no habría sido posible.
¿Trabaja
nuestra alma, así como trabaja Santa Marta para limpiar su casa,
para que el corazón esté resplandeciente por la gracia, la fe y el
amor, para cuando entre el invitado de honor, Jesús Eucaristía?
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