En el Evangelio se relata que Jesús acude a la casa de los
hermanos Marta, María y Lázaro, de quienes era muy amigo. Ahora bien, ante la
Presencia de Jesús, las reacciones de las dos hermanas, Marta y María, son muy
distintas: mientras Marta se dedica a preparar el almuerzo y a disponer las
cosas para atender a Jesús y a sus discípulos, María en cambio se postra ante
los pies de Jesús para contemplarlo en silenciosa adoración. Es esto lo que
motiva la queja de Marta: “Señor, ¿no te importa que mi hermana no me ayude en
los preparativos?”. Jesús, lejos de darle la razón a Marta, apoya la actitud de
María: “Marta, Marta, te ocupas de muchas cosas, pero una sola es necesaria;
María ha elegido la mejor parte y no le será quitada”.
En esta escena del Evangelio y en las diferentes actitudes
de las hermanas ante Jesús, podemos ver a dos personas distintas, con distintos
estados de vida dentro de la Iglesia, o bien a una misma persona en dos
momentos. En la primera hermana, María, estaría representando a los religiosos
que se dedican a la vida contemplativa, es decir, son aquellos cuya ocupación
central es la contemplación, la oración y la adoración; en la segunda hermana,
Marta, estaría representando a los religiosos que se dedican a la vida
apostólica, es decir, a aquellos que sí, por supuesto, hacen oración, pero que
también se dedican al apostolado activo, en medio del mundo.
Otra interpretación es que las dos hermanas representan a
una misma persona en dos momentos distintos: María, representaría al alma
cuando el alma reza, contempla, adora, mientras que Marta sería la misma
persona cuando, después de rezar, se dedica a las actividades propia de su
estado, viviendo en el mundo, pero sin ser del mundo.
Entonces, María representaría la contemplación y la
adoración de Jesús Eucaristía, mientras que Marta representaría la actividad
apostólica, las obras de misericordia, dirigida al prójimo, que en nombre de
Cristo lleva a cabo la Iglesia. ¿Cuál de los dos estados o actividades es la
mejor? Según el mismo Jesucristo, la actividad contemplativa, de adoración, es
mejor que la actividad apostólica. Por último, el llevar una vida contemplativa
o apostólica depende de la gracia particular que cada uno de nosotros recibe de
parte de Dios. Se trate de una u otra llamada, contemplativa o apostólica, siempre
el centro debe ser Cristo Dios y llevarla a cabo, con todo el amor posible, es
nuestra tarea en esta vida.
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